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8 de noviembre de 2019

La menopausia tiene mala prensa

 

Por Caroline

Ilustración: Florencia Denis

Mientras permanecía sentada en la sala de espera, leyendo despreocupada una novela algo empalagosa, un calor abrasador invadió mi cuerpo desde el pecho hasta la cabeza, dejando a su paso una explosión de tonalidades rojizas en mi cuello, orejas y mejillas. Un intenso sofocón en pleno invierno. 

 

En ese preciso momento, salió el doctor y pronunció mi nombre. Entré al consultorio a los tropezones, intentando quitarme el tapado, el pañuelo, el sweater hasta quedarme casi en pelotas (cosa que no fue necesaria, gracias a Dios) y atrapando la cartera, los estudios médicos y el e-book entre mis dos torpes y transpiradas manos. Así, a calzón quitado, me presenté ante el ginecólogo para confirmar el diagnóstico: menopausia. 

 

          —Las mujeres toman esta situación de diferentes maneras —me comentó el especialista —, algunas se alegran porque ya no tienen que cuidarse de quedar embarazadas ni sortear los molestos periodos de menstruación; otras sufren porque se sienten mayores y han perdido la facultad de procrear; y hay otras valientes que encaran este proceso con mucha tranquilidad: aceptando que es parte del ciclo de la vida y que no se le debe dar mayor importancia.

 

Convengamos que, por más superadas que nos mostremos, es un punto de inflexión y merece un pequeño y sentido duelo, al menos una reflexión al respecto. Y ahí es donde interviene el doctor que me diagnosticó: «La menopausia tiene mala prensa y no debería ser así». Las mujeres menopáusicas son mucho más productivas intelectualmente. Por ejemplo, los medios de comunicación nos muestran escritoras, periodistas, senadoras, empresarias y miles de profesionales o amas de casa que en esa etapa de sus vidas han comenzado a destacarse. Han desarrollado su potencial. La madurez las ha encontrado enérgicas y con toda la libido puesta en disfrutar de su vocación.

Florencia Denis

Una mujer de cincuenta años, un siglo atrás no tenía muchas chances de destacarse en su sociedad. La expectativa de vida era mucho menor y las oportunidades profesionales eran mínimas. De aquella mujer solo se esperaba que fuera fértil y una esposa devota. Pero hoy, el panorama ha cambiado y cada cual elige su propia aventura (sí, como los libros de cuento de nuestra infancia). Y, definitivamente, la etapa adulta nos encuentra mejor posicionadas. Con los pies en la tierra y las ideas más claras. Nuestro cuerpo sigue joven y deseamos entrenarlo. Es un período muy fructífero, para nada desolador, como se pensaba.

 

Entonces, fuera de algún arrebato térmico o de un insomnio ocasional, vayamos hacia adelante con optimismo. Nos quedan muchos años por disfrutar. Es como una segunda juventud, pero con mucha más experiencia e independencia. Ya lo decía Mirta Busnelli, a finales de los ochenta: «Mujer, mujer, mujer: ¡libérate!»

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