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26 de marzo de 2018

Puerperio extendido

 

Por Caroline

Ilustración: Florencia Denis

Hablando con unas amigas que tienen hijos chiquitos, recordé en carne propia cómo fueron aquellos lejanos e intensos días de mi puerperio extendido. Ser madre es ciertamente un regalo que nos colma de felicidad, pero convengamos que tiene algunos efectos colaterales interesantes de analizar.

 

Para empezar, comparto la definición de puerperio: periodo de tiempo que comienza en la finalización del parto hasta las seis semanas postparto, cuando vuelve a la normalidad el organismo femenino. Etapas del puerperio :

a) Puerperio Inmediato: primeras 24 horas; 

b) Puerperio Mediato o Propiamente Dicho: abarca del 2do al 10mo día;

c) Puerperio Alejado: se extiende aproximadamente hasta los 45 días luego del parto;

d) Puerperio Tardío: puede llegar hasta los 6 meses post parto y se acompaña de una lactancia prolongada y activa.

«…vivimos en un jetlag interminable».

Yo agrego una siguiente etapa:

e) Puerperio extendido: es como el tiempo psicológico en la literatura, y puede extenderse a un año, dos o más, según las experiencias de cada madre.

El primer detalle que viene a mi mente es que, al salir de la clínica con nuestro primogénito dentro del huevito, nadie nos entregó un manual de cómo cuidar al bebé o al menos un link en internet sobre tutoriales de los distintos tipos de llantos. Es probable que las madres de hoy tengan a mano alguna o varias páginas de autoayuda para puérperas. Pero siempre quedan blancos e interrogantes sobre estas pequeñas personitas que nos llenan el día de reclamos, gasecitos y afecto. Parece que los muebles de la casa se reproducen de golpe, y los pañales, baberos y juguetitos ocupan todos los rincones de la casa. Todo está patas para arriba; vivimos en un jetlag interminable. Esta situación nos deja un tanto alteradas y con la libido por el suelo.

Segundo punto: andamos por la vida con ojeras, olor a vomito y las lolas al aire, porque la lactancia debe ser a demanda, es decir, estamos a merced del pequeño tirano que nos requiere 7x24. Incluso bañarnos es una tarea muy difícil, por eso terminamos haciéndolo con la puerta abierta, la cortina descorrida o cuando algún ser humano nos viene a dar una mano. Ni hablar si ya tenemos uno o más hijos pequeños dando vueltas por la casa, ¡ir al baño solas es una misión imposible!

Otro tema es el jardín maternal. Lamentablemente (¿realmente lo lamentamos tanto?) a los tres meses debemos volver a trabajar y recurrimos al jardín maternal. Contamos con un par de horitas de libertad condicional, pero lo anteriormente descripto no desaparece: a las horas de trabajo fuera del hogar, le agregamos el cansancio extremo, la casa dada vuelta y los nuevos horarios del jardín con su grupo de mamis de whatsapp. Me faltó agregar la lista interminable de materiales que nos pide la seño: pañolenci rojo, cintas con motivos navideños, parafina, mecha fina para velas. ¿Qué posibilidad hay de que nuestro hijo de tres meses arme una vela navideña o comparta un paquete semanal de galletitas con sus compañeros? ¿Estamos todos locos? Lo peor es que el celular estalla con consultas de madres primerizas sobre cada uno de estos requerimientos. ¡My God!

 

Otra situación exasperante: hacer las compras con bebes y niños. ¡Uff! El bebé llora, y pelamos teta; el hermano corre por las góndolas y desaparece de nuestra vista. ¡Auxilio! Recuerdo haber visto a una madre alemana que llevaba al bebé en una mochila enorme en la espalda y a los hermanitos atados de una soga a su cintura. En ese momento me provocó rechazo, pero lo cierto es que la mina la tenía bastante clara y no se le perdía ninguno; a eso llamo ingeniería alemana de última generación.

Florencia Denis

Así fueron pasando por mi memoria las penosas épocas de mi puerperio extendido, de noches largas con sobresaltos, de visitas a las guardias con una angustia existencial, de cataratas de pañales, toallitas húmedas y oleo calcáreo (llegué a pensar que mis hijos jamás dejarían los pañales y que nunca se escolarizarían). También recuerdo haber asistido a algún casamiento muy emperifollada y en la mitad de la pista de baile, ver rodar espantada, a mis pies, mis protectores mamarios. ¡Qué pesadilla! La luz blanca los volvía fluorescentes mientras los bailarines los pateaban sin entender si se trataba de algún tipo de cotillón.

 

Con todas esas situaciones me pregunto: ¿realmente algún hombre puede insistir con que las mujeres somos el sexo débil? ¿Acaso este entrenamiento no es más severo del que realizan los marines en USA? ¿Algunos de nuestros maridos podrían sobrevivir a sufrir contracciones durante veinticuatro horas seguidas y luego de la episiotomía sentarse muy orondos en una almohada circular con un agujero en el medio, cual molde savarín? (La que no tuvo que llevarlo en el bolso pañalero por unas semanas, se ganó el cielo seguro).

 

En definitiva, salimos bastante airosas de estas experiencias y nuestros hijos parecen no haber sufrido demasiados traumas. Bueno, al menos eso es lo que deseamos. Y lo peor es que extraño esa etapa porque mis pequeños se hicieron grandes y autosuficientes. Parece que valió la pena haberlos criado y malcriado oportunamente. Y ahora que han pasado los años y puedo ver con mayor claridad, creo que las etapas post puerperio han sido más demandantes y arriesgadas: infinitos actos escolares, tareas para el hogar, cuadernos de comunicaciones con notas intimidantes, pubertad, viajes de egresados, «previas», adolescencia, primeras borracheras, noviazgos y rupturas y nuevo desarraigo con la entrada tardía en la adultez. En retrospectiva, ¿casi que criar a un bebé era «una papa» no lo creen?

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