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Victoria Ocampo, un símbolo de la cultura argentina            7 de abril de 2014

 

En una época en la que el país está volviendo a mirar su historia y a los personajes que la protagonizaron, nos encontramos
con Victoria Ocampo, una mujer que revolucionó el espacio cultural de la Argentina. De ella se conoce principalmente su trabajo con
la Revista Sur, la cual reunió a los más grandes intelectuales de la época; no obstante, su trabajo fue infinitamente más rico y variado.

         

Victoria nació en el seno familiar de la aristocracia porteña. Su primer idioma fue el francés y fue educada por institutrices en su hogar. De ella se esperaba lo que siempre se esperaba de las mujeres de la época: que bordara, tocara el piano y asistiera a misa con la mirada clavada en el piso. Pero Victoria tenía un espíritu enérgico, vigoroso y libre. Tal vez, por haber visto coartarse su deseo de ser actriz debido a las negativas de su padre es que en su vida puso tanto énfasis en cultivar las artes. Como buena hija mayor, intentó seguir los mandatos familiares y, el 8 de noviembre de 1912, se casó con Luis Bernardo de Estrada. Sin embargo el matrimonio no
duró mucho, apenas unos meses. La causa de la separación fue la carta que encontró de su marido dirigida al padre de Victoria en la que decía “[...] los deseos de Victoria por ser actriz desaparecerán cuando quede embarazada [...]”. Sin embargo, no es un dato menor saber que, durante su luna de miel en Roma, conoció y se deslumbró con el primo de Estrada, Julián Martínez. Pronto comenzó entre ellos una comunicación fluida mediante cartas, llamados y visitas que finalizó trece años después tras haber convivido un tiempo en
su casa de Mar del Plata.

 

Victoria fue, ante todo, una defensora acérrima de la cultura. Uno de sus legados más importantes, como ya mencionamos, fue la Revista Sur, que contó con la colaboración de los escritores y los intelectuales más reconocidos de la época. Entre ellos podemos nombrar a Borges, Bioy Casares, Ramón Gómez de la Serna, Ortega y Gasset, Thomas Mann y T.S. Eliot, entre tantos otros.
Junto con la Editorial Sur, Victoria y sus colaboradores dirigían lo que era el epicentro de la cultura nacional y latinoamericana,
así como también la puerta de entrada para la literatura extranjera.

 

El segundo gran legado de Victoria, junto a sus hermanas, fue donar sus dos propiedades (Villa Ocampo y la casa de Mar del Plata)
a la UNESCO para, en sus palabras, “ser utilizadas, con un sentido vivo y creador, en la producción, investigación, experimentación y desarrollo de las actividades culturales, literarias, artísticas y de comunicación social tendientes a mejorar la calidad de la vida humana, la cooperación internacional y la paz entre los pueblos”.

 

 

Lo que pasó desapercibido durante muchos años fue su compromiso con el movimiento feminista. Militaba un feminismo que

no buscaba negar lo femenino para igualarse al hombre, sino valorar lo femenino en sí mismo. Victoria fue la primera mujer argentina en tener registro de conducir y la única latinoamericana en presenciar los Juicios de Núremberg; fue presidente del Fondo Nacional
de las Artes y la primera mujer en ser miembro de la Academia Argentina de Letras. En la Argentina, fue un referente indispensable
del movimiento. En 1936 fundó y presidió la Unión de Mujeres Argentinas (UMA), cuyo objetivo principal era proteger los derechos
de las mujeres otorgados en 1926, que estaban peligrando. En agosto de ese mismo año, propició un discurso radial que se transmitió simultáneamente en España sobre La mujer y su expresión, cuyo objetivo era fomentar la solidaridad de las mujeres de todo el mundo.

 

 

Victoria Ocampo murió a la edad de 88 años. De su enfermedad no se sabe nada ya que, como última voluntad y para respetar

su intimidad, ordenó quemar varios documentos, cartas y diarios, algunos de los cuales eran relativos a su estado de salud.

 

 

En el aniversario de su nacimiento, La Palestra le dedica estas palabras y un enfático ¡GRACIAS!

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