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La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

8 de mayo de 2017

Un día por fin se sentó en su sillón... 

 

 

Por Emilia Callicore

“Y ahora”, pensó, “¿qué puedo hacer? Ya ordené todo, lavé los platos y colgué la ropa. La verdad es que no tengo ganas de hacer nada… Hace calor, ¡tanto calor! Podría aprovechar el tiempo libre y leer un poco. ¿Cuál era el libro que me habían recomendado…? El título empezaba con P… No… no me acuerdo. Podría bañarme y sacarme el sopor de encima, pero paja levantarme, desvestirme, esperar a que caliente el agua, aunque podría darme una ducha de agua fría… No, odio bañarme con agua frío; después secarme y toda la parafernalia de acicalarme las orejas, las uñas de los pies y demases… ¿Para qué quería tanto tiempo libre?... Estoy aburrido, no tengo ganas de hacer nada. ¡Bah! Nada me llama la atención: leer otro libro para que me cuenta siempre la misma historia me aburre, y lo mismo con las películas… Todo es lo mismo: gana el bueno… o el menos malo… Después de cinco mil años de historia de humanidad, no nos quedan más ideas nuevas… Cada vez que se lo comento a Paula, ella se enoja y me sale con que lo que importa es el cómo se cuenta la historia; en que lo importante es el estilo y la forma de escritura y otro montón de excusas para huir de la idea de que hasta el día de hoy seguimos leyendo de una y mil formas las mismas historias ¡Qué se enoje quien quiera enojarse! Es la pura verdad: ya no hay originalidad creativa; ya se dieron todas las vueltas de tuerca que se le podrían haber a todos los temas. Y los pobres infelices que nacimos al final del siglo XX, nos quedamos con nada: la ficción vaciada de contenido, pura forma y ángulos diferentes de ver la verdad: que no hay una verdad, que la verdad depende de la mirada, que la realidad se adapta al ojo del espectador, del lector o del ingenuo que está sentado enfrente esperando ver algo que lo llene, que lo saque de esta sensación que tengo yo en este momento de estar frente al vacío de la vida… Si al fin de cuentas no es más que eso la vida: un vacío que llenamos con trabajo, con juguetes o sentimientos de amor u odio, todo es lo mismo… Así pasan los días y el tiempo, de una cosa a otra, de una mañana a otra, de un año a otro, creyendo que estamos contentos, que estamos “bien”, que estamos “mal”, siempre esperando algo que en cualquier momento llega. Cuando en realidad lo único sensato de esperar es un colectivo, que al menos te lleva para algún lado… ¿Y qué puedo hacer? Me estoy muriendo del aburrimiento. ¿Cómo sería morir? ¿Y si me mato? Al menos sería hacer “algo”. Me podría tirar por el balcón… pero no, estamos en el tercer piso, es obvio que sobrevivo, ¡y lo único que falta es terminar cuadripléjico! Eso sí sería una estupidez… Además es un instante… No, tiene que ser algo que dure un tiempo considerable; que ocupe el tiempo que me sobra; que me saque de este hastío del aburrimiento y me permita una experimentación consciente… Podría tomar algo… ¿lavandina? Estoy seguro de que si tomo lavandina me muero, pero… no, eso de tomar algo no sirve; me voy a sentir mal, seguro que mi cuerpo, en ese impulso siniestro de supervivencia vomita, y todo se volvería confuso, no sabría cuál es la sensación de la muerte, y cuál la de la lavandina… Tendría que ser algo todavía más sutil, menos invasivo… Por la misma razón descarto cualquier tipo de drogas. ¿Un tiro en la cabeza? No. Sería lo mismo que saltar del balcón, lo único que experimentaría sería la adrenalina del momento previo a gatillar: ese acto de acercar el arma a mi sien ¿o a la boca? Da igual, no se diferenciaría de tirarme en paracaídas: cinco minutos de adrenalina pura volando por los aires, y después la monotonía del suelo. Además no tengo armas. No, quiero que sea algo que me deje degustarlo de manera consciente durante todo su proceso ¡Ya sé!… no quería llegar a eso porque soy impresionable a la sangre, pero

con Ella, la viscosidad chorrea por el borde del almohadón hasta caería al piso. Como un eco que viene de lejos escucharía cada gota golpear contra el piso de cerámica con una percusión sorda: tac… tac… tac… ¿Cómo se sentirá?... Calma… Silencio. Ese silencio ciego en donde todo se confunde y las líneas se diluyen en las sombras. Y allá irá mi vida, navegando un río rojo que formé en el living de mi casa, y la veré partir sin pena. Me asombra la tranquilidad que hay en el ambiente, nada se mueve, nada suena, ni afuera ni adentro, calculo que será por la cercanía de esa Dama tan aclamada y tan temida, fantasma grotesco que acecha. ¡Ja! Pero yo le gané de mano, seré yo quien vaya en su búsqueda, yo quien la aceche a ella, quien la desafíe. Pero claro, todavía tengo que ir hasta la cocina, buscar el cuchillo, tomarlo con una mano, cortar la vena correcta de la manera correcta, cambiar de mano y repetir la operación… ¿Podré a hacerlo? ¿Cuánto me dolerá? ¿Lo soportaré o me acobardaré a último momento?… Sería raro, pero al menos sería… algo… calculo… “hacer algo” en lugar de simplemente estar sentado esperando a que pase el tiempo muerto de aburrimiento… Al fin de cuentas ser es hacer; y si yo no hago nada, entonces no estoy siendo,

tiene que ser esa la manera: cortándome las venas. ¡Sí! Podría sentarme en este mismo sillón, agarrar la cuchilla de la cocina y ¡zaz! Me rebano las muñecas: dos tajos precisos, uno en cada brazo, primero la derecha y después la izquierda… Sí, esa es la forma. Estaría sentado acá mismo viendo como se escapa la sangre harta siempre del mismo circuito cerrado; sería su oportunidad de abandonar el barco, de ver el mundo en primera persona y no a través de este ser mediocre que no sabe qué carajo hacer con su tiempo libre… Y yo la miraría a ella, tan pura. La vería deslizarse por el sillón, lástima que sea de este color que la esconde, porque si fuera blanco la imagen sería extraordinaria… ¡Ah! Me la imagino y me acuerdo de la impresión que me da: un líquido oscuro, viscoso, con sabor a metal… Pero es la única forma de experimentar el morir. Puedo elegir no mirar la sangre, puedo estar atento a la sombra de la muerte que se va acercando y mientras me entretengo

por lo tanto estoy muerto… Estoy divagando… ¿En qué estaba? Ah, sí… estaba desafiando a la Muerte, sintiendo su cercanía, todo estaba tranquilo, silencioso, la sangre inundando el lugar, y yo sentado, así, sobre el sillón bordó, igual que ahora, muriéndome…”

 

Ya era de noche cuando Paula volvió a su casa. Prendió la luz del living y lo recorrió con la mirada, todo parecía estar en orden.

 

— ¿Adrián?– lo llamó extrañada al ver que no se inmutaba al verla llegar. Simplemente se quedaba allí, como si fuera un muñeco de cera mirando al vacío, inmóvil, con una sonrisa triunfadora en la boca, quieto, sin hacer nada, muerto…

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