La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.
1 de julio de 2016
Suerte que tenemos… Viento en la cara
Por Carmelo López e Isabel Segura
Llegamos a Saint Louis, Senegal, un día ventoso como tantos otros; exhaustos y enfermos después de una travesía de unos cuatrocientos kilómetros siguiendo la vera del río Senegal desde el interior del país.
Las condiciones habían sido duras. Habíamos coincidido con una ola de calor que no bajó de 45° centígrados, al tiempo que el terrible viento Harmatan rediseñaba nuestros peinados y condimentaba nuestros alimentos con fina y nutritiva arena. Pero nuestra suerte seguía en plena forma, y en la semana completa que nos quedamos en la isla colonial de la ciudad, la gente que nos acogió, nos cuidaron al tiempo que nos ayudaron a organizar varias proyecciones.
Esos días, no nos dimos cuenta de que nuestras quejas por las penalidades sufridas en la ruta previa, estaban siendo excesivas. No éramos conscientes y no conseguíamos hacer un examen justo de nuestra situación real. Analizábamos y criticábamos como primerizas las vidas de los expatriados con los que nos cruzábamos; y en nuestro fuero interno, sin demasiada humildad, nos creíamos más especiales por hacer lo que hacíamos. Estábamos fuera de foco. Pero de nuevo, la Suerte nos iluminó y la vida nos dio la oportunidad de reflexionar y relativizar.
La asociación belga “Terres Rouges” nos dio una idea: nos ayudarían a conseguir una proyección en la prisión de Saint Louis, e intentar (en colaboración con una asociación local, “La maison de la gare”), hacer otra para los niños talibés a quienes apoyaban moral, sanitaria y educativamente.
Después de una pausada pero dura reunión con el director de la prisión, quien en principio no se inclinaba hacia la labor de modificar el reglamento interno de la institución, para que “dos blanquitos” se sintieran bien con sus excentricidades cinematográficas; conseguimos convencerle de que no le iban a venir mal a los reclusos y a los niños internos, desconectar de rutinas tan duras con un rato de cine. Prometimos no molestar demasiado y respetar las normas. Nos prohibieron filmar y tomar fotos, y nos habilitaron una pequeña sala.
Isabel Segura y Carmelo López
A partir del momento en que entramos en el edificio, empezamos a darnos cuenta de que éramos unos privilegiados, y que nuestras quejas e infantilismos estaban de sobra, y muchas veces, eran completamente absurdas. Vimos como los gatos merodeaban y husmeaban entre los platos de la comida que los familiares traían del exterior para los internos, sin que hubiera autoridad que lo impidiese.
Notamos un silencio rígido dentro de los muros, una tranquilidad ficticia y un olor dulzón en el ambiente que no inspiraba el mejor de los trabajos de limpieza. La normativa penitenciaria no permitía una proyección nocturna, con lo que tuvimos que cubrir las ventanas lo mejor que pudimos para “artificializar” la oscuridad. Cruzamos los dedos pues éramos primerizas en tan delicada situación. Los reos no hablaban francés, con lo que lo tuvimos fácil en la elección: Chaplin sería de nuevo protagonista. No habían pasado ni tres minutos y el maestro de la risa y de la comunicación sin palabras, consiguió relajar el ambiente y hacer reír a carcajadas incluso a los guardias. Respiramos aliviados, no había escalafones, éramos todos uno, el cine nos igualaba en lo más básico.
Lo mismo ocurrió un par de horas más tarde, cuando proyectamos más Chaplin para estos niños sin infancia, nómadas de las calles, explotados por marabús sin escrúpulos, pero con la espontaneidad intacta ante la pantalla. Vírgenes de cine, vapuleados y tratados peor que a las piedras, nos dieron una lección de humildad al no contener su alegría, no reservaban nada para el mañana, no había mezquindad, todo era puro dentro de la inmundicia que sus vidas les deparaba. Entonces Isa y yo nos miramos maravillados, y emocionados comprendimos:
Nuestro viaje es la quintaesencia de la Libertad. Sin patrocinadores a quienes rendirles cuentas, con la posibilidad de decidir -cuándo queramos- el momento de partir o de parar. Poder sentir el viento en la cara circulando en nuestras bicis cuando decidimos entrar y salir de cualquier país –casi- sin inconvenientes… Sólo por haber nacido en el norte, nos convierte en auténticos afortunados. A veces perdemos “la senda” por estupideces. Pero curiosamente, en esta ocasión fueron las personas que están atadas en corto, las que nos enseñaron el auténtico valor de nuestra libertad.
Proyección con los niños talibés
Saint Louis, Senegal