top of page

La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

Residencia de los Errami

Siguendo el camino de Cinecicleta...

 

Por Carmelo

Andábamos recorriendo Marruecos a lomo de la cicla en ese aprimaverado invierno de finales del 2015 desde hacía ya dos meses; una tarde, reconociendo en la oblicua luz del sol las primeras señales de que el día tocaba retirada, debíamos cambiar el chip; ahora en vez de prestar atención al tráfico, al pedaleo, al paisaje... debíamos pensar en el lugar de pernocta. Nuestra experiencia (también de viajes anteriores por este país magrebí) nos cuenta que en las zonas rurales sin mancillar por la trepidante influencia del turismo son el terreno propicio para la hospitalidad sincera y cálida. Es cierto que el Islam “obliga”, pero también está muy arraigada en la cultura popular esta característica que tan bien nos viene como viajeras. Nada piden a cambio y muchas veces la comunicación se reduce a agradecer con sonrisas. La mayoría de las tardes no nos demorábamos más de dos intentos en celebrar nuestra suerte, ya alguna familia nos hace gestos para tomar el té en el interior de su casa, y probablemente ya no salgamos de allí hasta después del desayuno del día siguiente, bien dormidos, bien comidos y limpitos, porque siempre hay -por precaria que sea la vivienda- un lugar donde asearse aunque sea de cuclillas frente a una palangana de agua tibia.

Un vez, llegamos tarde a un pueblo (más bien ciudad pequeña), ya anocheciendo, preguntamos en una gasolinera si podíamos plantar la tienda en un descampado mugriento junto a ésta, no había demasiadas opciones; y cuál fue nuestra sorpresa que uno de los trabajadores, que empezaba en ese momento su turno nocturno de 12 horas, decidió ganarse el cielo (o simplemente se mostraba tal  cual era) nos dijo con timidez que estaría encantado de poder acogernos en su casa; su idea era llamar a su esposa y dos hijos para que estuvieran preparados para recibirnos lo mejor posible; y así fue: compartimos una velada maravillosa en su casa pero a él sólo pudimos expresarle torpemente nuestro agradecimiento la mañana siguiente cuando ya partíamos a la ruta. ¡Increíble! No importa la escasez material, lo que nosotras sentíamos era una humanidad cercana, humildad, alegría y satisfacción por atender bien a sus invitadas. Esto, aparentemente tan natural y espontáneo no es lo habitual en nuestros “ricos” mundos; aquí, este acto tan representativo, deja de sorprendernos porque lo vivimos a diario, pero nos hace reflexionar.

Y así un día y otro; a escasos 50  kilómetros de Marrakech, en una zona que por su rala y escasa vegetación nos anunciaba que el desierto no estaba lejos, atardeciendo ya, paramos en una minúscula tienda junto al camino para aprovisionarnos de agua, e hicimos la pregunta de rigor a los lugareños que se arremolinaban ya: “¿conocen algún lugar tranquilo para acampar donde no molestemos ni nos molesten?”. Errami, un joven de mirada franca sin fisuras nos conminó a que lo siguiéramos, y sin más desconfianzas nos encontramos siguiendo a dos desconocidos en una mobilette destartalada hasta un poblado  que ni siquiera lo era. Al final de un pequeño puerto, un ramillete de construcciones muy básicas y sus habitantes nos dieron la bienvenida en tropel; durante dos días prácticamente nos acunaron. Aunque las dos noches que descansamos en el duro suelo de la residencia Errami, las pulgas ganaron bastante peso, descubrimos que la gente desconocida, si se desea, consigue no serlo. Las mujeres arroparon a Isa pero a mí no me cerraron puertas y los obsequios nos caían a diestro y siniestro.

En esta pedanía distinta en la que recién levantados presenciamos la extraña escena en la que una camada canina de recién nacidos devoraba sin contemplaciones un pañal de bebé rebosante, donde, sin letrinas sus habitantes vaciaban sus aguas mayores entre los nopales y donde había que traer el agua en borrico desde un pozo situado a 500 metros largos, no distinguimos ningún edificio de la autoridad civil ni la religiosa (¿?).

 

En ningún momento nos preguntaron qué era esa extraña caja que arrastrábamos en el remolque y esa hospitalidad desinteresada fue lo que nos hizo improvisar la segunda noche una de las proyecciones más espontáneas y maravillosas que hemos hecho hasta ahora. Unas 40 personas arremolinadas y desternilladas en el suelo frente a un Buster Keaton en estado de gracia es uno de nuestros mejores recuerdos hasta ahora. ¡Gracias siempre por enseñarnos tanto sobre la vida familia Errami!

Si querés conocer más de este viaje y querés colaborar con Carmelo e Isabel, podés visitar su blog Cincecicleta, un viaje por África llevando la magia del cine sin enchufges

bottom of page