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La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

 17 de julio 2019

 

Reivindicando a los franceses

Relato de viaje de Ayelén Adad

Llegué. Misma secuencia: no entiendo nada del plano; le pregunto a una chica que estaba con su mamá y su hijito; se desviven en explicaciones y hasta me escribe las paradas en un papel. Subimos al tren y siguen dándome indicaciones. El nene, que se dio cuenta de que yo hablaba español, empezó a decir: 

     —Uno, dos, tres, cuatro, cinco. 

Mori de amor, fue su manera de comunicarse en español conmigo.

 

6 de la tarde. Llegué a Toulouse sin reserva de hotel, las solicitudes que había enviado vía couchsurfing no surtieron efecto. Voy a la oficina de turismo y la chica que me atendió llamó a tres o cuatro hoteles hasta que consiguió un lugar para mí (en San Martín de los Andes eso es parte del trabajo diario, pero en Europa no suelen hacerlo). Así que le agradecí mucho por su amabilidad y partí al hotel.

 

7 de la tarde. Llegué al hotel y me mandan a otro que está a la vuelta... «¡Chau!» pensé yo…, «acá me mandan a cualquier sucucho...» Pues no,

¡fue un upgrade! Me pasaron del dos estrellas (que ya había pagado) a un tres estrellas. Feliz como una perdiz me duché y salí a pasear. A las nueve menos cinco me di cuenta de que no tenía mí baguette para la cena... Voy al súper y cuando entré, el de seguridad me dice: 

     —Madamme, deux minutes. 

     —Oui —y pesqué mi baguette ahí nomás y me puse en la fila. La cajera me mira y me dice (siempre en francés): 

     —¿Solo eso? Llevela. 

Mi cara de no estar entendiendo se debe haber notado, entonces, vuelve a decirme lo mismo esta vez en inglés: 

     —Free. 

¡LA felicidad! ¡Me acababan de regalar una baguette! En el hotel todos fueron súper amorosos, creo que verme luchar con el idioma les debe caer bien. 

 

Último tramo del recorrido. Voy hacia Bayonne, son cuatro horas de viaje. Llegué a las nueve de la noche y me di cuenta de que es una mega ciudad... «Y yo que pensaba acampar...». Empiezo a pensar en cómo salir de ahí. Veo a una madre con la hija y, nuevamente en mí francés básico, trato de comunicarme: 

     —¿Cómo puedo llegar al camping más cercano? —(otra vez sin coordenadas Google y la alternativa es caminar siete kilómetros).

 

La mamá despidió a la hija que tomaba un colectivo y me pidió que la esperara. Mientras tanto, averigüé por el próximo colectivo hacia el siguiente pueblo. Salía en dos minutos y era el último del día. Volvió la madre, le expliqué y me dijo que me lelvaría a la terminal que estaba cerca. Cuando llegamos no vimos al colectivo. Le pregunté al guardia del tren que me dijo que estaba a punto de salir, que corriera. Le pedí que avisara así me esperaban. Corro con mochilota, mochilita y bolsa de víveres. En el camino, otro guardia me interceptó y avisó por radio que estaba conmigo y que me esperaran. Llegué al colectivo, pedí disculpas, cargamos mochilota en la baulera. Me pidieron el pasaje. Les expliqué que todavía necesitaba comprarlo y el guardia me miró con cara de resignación... «Yo pensaba que era tipo urbano, pero no...» Me dijo que subiera, que ya fue... Otra vez, sin terminar de entender, le vuelvo a preguntar y me vuelve a mandar para adentro, ya sin tantas pulgas... ¡Me estaban regalando un viaje en colectivo! «EL» viaje en colectivo, porque era el último del día, porque me llevaba a iniciar el camino de Santiago de Compostela, porque de algún modo me hacen sentir que todo va bien. 

 

Todavía no termina mi día... Son las 22.15 y resta encontrar un camping, armar la carpa, comer y dormir. Puede pasar de todo. Estamos llegando a Saint Jean Pied de Port. Acá es donde empieza el Camino, me voy a ir de Francia cruzando los Pirineos a pie.

 

Voy a extrañar este país, su idioma y su gente.

Siempre me encantó Francia, el francés y los franceses. Y casi siempre que lo dije a viva voz la respuesta fue: «Pero si son asquerosos, mala onda, cortantes», etc. Sin embargo, desde de que llegué a Francia, sus habitantes no han hecho más que confirmar lo que yo sentía por este lugar, su idioma y su gente.

 

No voy a contar ahora todas las situaciones en que me ayudaron y se preocuparon por mí y mi integridad... Son muchas y sería muy largo... Tampoco lo voy a hacer en orden cronológico... , sino que voy a empezar con las últimas 48 hs.

 

Ayer me desperté a 700 km aproximadamente de donde estoy ahora: hace 36 hs tomé el primer colectivo de Arles a Montpellier, que me dejó en la periferia de esa ciudad inmensa. No tenía idea de cómo llegar a la próxima parada de colectivo ya que Google no daba opciones de transporte público. Frente a la alternativa de caminar seis km (eso sí me lo dijo Mr. Google) con mochilota y mochilita, me acerqué a una parada de bus y un adolescente con su novia casi que me abordaron preguntándome adónde quería ir. «Miedo» pensé. Les contesté en mí francés básico y detectaron mí acento, así que me preguntaron: 

     —¿Español? 

     —¡Sí! 

Entonces, miraron a la señora grandota sentada a un costado y le dijeron:

     —Explicale en español. 

 

«Miedo» pensé otra vez, «¿tanta amabilidad? ¿Tanta preocupación?» La señora me indicó que tomara el el tren y adónde podía hacerlo. Salí hacia la estación intacta. «Eran solo buena onda».

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