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12 de abril de 2017
La curiosidad por todo
Entrevista a Santiago Bouchon
Por Florencia Beláustegui
El Rocsen es un museo polifacético fundado por Santiago Bouchon en el año 1969. Para él todo es interesante, y así se ve en este espacio en donde conviven en un mismo nivel las piedras y minerales, los más extravagantes animales y las invenciones del hombre de todas las épocas, y de todos los tamaños. Sería imposible enumerar las más de 55.000 piezas que conforman esta arca cultural que Bouchon timonea con un norte claro: el Amor, la Paz y la Cultura como solución a los problemas entre los hombres.
Llegué el jueves puntual a la cita que tenía con Santiago. Él me estaba esperando: “¿Vamos a la capilla? Vamos a estar más tranquilos” propuso. Lo seguí mientras atravesábamos las salas organizadas por tema de manera tal que el recorrido comienza con los minerales y las formas de vida más simple, y termina en “La capilla”.
Florencia Beláustegui: ¿Tengo entendido que usted es francés?
Santiago Bouchon: Soy francés de nacimiento y argentino por decisión, pero sobre todo hijo del planeta por convicción. Llegué a la República Argentina en el ´51 por tan solo ocho meses, con un contrato de trabajo en el servicio cultural de la embajada de Francia en Buenos Aires. Había quedado a mi cargo aumentar el turismo argentino en Francia. Entonces haciendo las diferentes giras por este país, empecé a descubrirlo, y pedí la radicación definitiva. La Argentina es un gran país, mal conocido.
FB: Cuéntenos su historia.
SB: Tenemos que tomar consciencia de que estamos todos remando arriba del mismo barco, que es nuestro planeta. Tenemos un extraordinario país y un extraordinario planeta, sin embargo hay un sector de la humanidad que está reventando todo, entonces nosotros estamos en el sentido contrario: guardamos de todo, cuidamos de todo, enseñamos de todo.
Se nace con una vocación junto a un instinto. Desde los tres años siempre estuve con el bolsillo lleno con cosas raras: caracolitos, semillas, sapos vivos, todo lo que me llamaba la atención, pero siempre con el sentido de compartirlo, de mostrarlo. Si esto [por el museo] no fuese abierto al público, no tendría ningún sentido. Tampoco siento posesión. La posesión tampoco tiene sentido, nunca nadie se ha llevado nada bajo tierra. El último pantalón no tiene bolsillos.
FB: ¿Cuál es el legado que le gustaría dejar?
SB: Considero que la cultura y la educación es nuestro derecho más absoluto. No puede ser sectorial y mucho menos elitista. Y creo —más que nunca— únicamente en el Amor, la Paz y la Cultura para solucionar los problemas entre los seres humanos. No creo en ninguna forma de agresión para solucionar algún conflicto. Obviamente tengo una escala de valor muy fuerte porque soy veterano de la guerra del ´40 en Francia. Durante esa guerra, nuestro trabajo era salvar gente, no matarla. Estaba en una organización francesa oficial en paralelo a la Cruz Roja. El resultado de aquel conflicto fueron ochenta millones de muertos inútiles para enriquecer a algunos. Eso lo medité, y me transformó en humanista pacifista. Sentí la necesidad de dejar un mensaje de paz constante y permanente. Entonces hice las estatuas que están en la fachada del museo. No puse ningún Cesar, ningún Napoleón y ningún Bush… y ya que estamos, ningún Trump (se ríe). Considero que no hay ningún conflicto que justifique la muerte de un ser humano, ni religioso ni político y mucho menos financiero.
Mi partido político es la filantropía a nivel especie. ¿Por qué? Porque somos una sola especie. Somos hermanos de sangre y tenemos una sola casa que es nuestro planeta. Entonces considero que deberíamos ser hermanos culturales y este es mi granito de arena que trato de poner a favor de la cultura. Esta es mi convicción.
FB: ¿Cuándo conoció esta zona—por Traslasierras— y por qué eligió este lugar para construir el museo?
SB: No estoy aquí al azar, ni porque no podría estar en otra parte. Estoy aquí por un microclima muy especial que desgraciadamente se ha deteriorado en un ochenta por ciento por causa de los desequilibrios climáticos locales y mundiales. Pero sobre todo, estoy acá por la formación pre-cámbrica de las sierras de Córdoba que, con su gran contenido de cuarzo, dan un magnetismo muy especial en la zona.
FB: Sobre las piezas… ¿Cómo las fue eligiendo?
SB: Arrancó con la idea de que nada es separable de nada, todo es parte de un todo. Nací con la inmensa suerte de no haber podido encontrar jamás, nunca, nada que no sea interesante. También nací con la inmensa suerte de no haber perdido mi poder de asombro. Las cosas me maravillan siempre más. Más profundizo, más estudio, más me maravillo.
FB: ¿Hubo alguna temática que le importó más o que lo estimuló a arrancar con el Museo?
SB: Todo. Desde muy, muy chiquito todo me llamó la atención. De ahí mi “museo polifacético”. En el ´48 presenté la idea en la Soborne, entonces primero busqué el conocimiento. Viajé cuando se podía… hay muchas maneras de viajar. Conocí casi todo el Mediterráneo trabajando de lo que podía en los barcos. Viajaba gratis y me daban un sueldo. Con ese dinero visitaba la zona, previo profundo estudio sobre qué tenía aquél lugar (qué mineral, qué fósil, qué insecto, qué fenómeno geológico, arqueológico, histórico).
FB: ¿Cuál es su próximo paso para el museo?
SB: En estos momentos estoy formando gente joven en todas las disciplinas para que haya continuidad. Tengo casi 89 años y tengo que dejar todas las cosas organizadas, registradas, estructuradas. Entre las facultades que hice, destaco la Escuela de Artes Aplicadas a la industria. En el museo todo pasa por mis manos. Restauro lo que sea en cualquier tecnología en presencia de los jóvenes que estoy formando para esto. Lo manual brinda una vivencia.
FB: En la entrada hay una copia de un poema escrito por usted que habla sobre la identidad. ¿Qué identidad, la de la Argentina?
SB: Sí, es la Argentina. Son pensamientos que yo firmo, me gustaría que no se vaya sin leer mi pensamiento donde están los restos humanos… que son mis ideas hacia el indo-americano.
Y para allí partimos. A nuestro alrededor se había juntado un grupo de visitantes que, atraídos por las anécdotas que Santiago nos contaba, se quedaron e enriquecieron el encuentro con sus propias preguntas y acotaciones. Nos levantamos para dirigirnos a la sala mortuoria donde se encontraba el escrito que Bouchon recomendaba. Entonces la entrevista se convirtió espontáneamente en una visita guiada personalizada que terminó con una gaseosa en el barcito de la entrada. Para terminar también con esta nota, me gustaría compartir una última anécdota de él:
“Conocí el hambre hasta la inanición en la guerra del ´40. Durante el penúltimo bombardeo en donde hubo mil quinientos muertos en seis minutos, estaba tirado en el suelo sin poder hacer un gesto más; dejar los cascotes; dejar morir a la gente en los escombros… pero otro ser humano apareció y me dio la mano para ayudarme a levantar, se sentó conmigo en los escombros y de una bolsa sacó un cacho de pan que no hubiese saciado nunca su hambre, lo partió en dos y me dio la mitad. Esto no fue solo un poco de alimentación para mi cuerpo físico, esto fue el preludio de una maravillosa sinfonía que hay que aprender a escuchar, que es la VIDA, el embrión de una esperanza que no hay que dejar escapar. La lucecita que se prendió en la oscuridad y que marca el camino para seguir el camino de la Paz, es lo que hice, lo que hago y lo que haré mientras viva, y un poco más allá también”.
Sobre el museo
En el 2016 se contabilizaron 55.000 piezas que se dividen en diferentes grupos: “Lo físico, lo químico y lo inorgánico”; “La biología” en donde podemos encontrar piezas tan variadas como el toro más grande de la Argentina (y posiblemente del mundo), un ternero de dos cabezas o una ostra australiana de 140 kg. En la sección “Lo creado por el hombre” se encuentran piezas arqueológicas y antropológicas. Mi preferida, un pellejo humano reducido por jibaros de Ecuador, aunque en realidad la princesa de aquella sala es una momia inca en perfectas condiciones donada al museo. Un último grupo se denomina “El hombre y su habitat” y se encuentran reproducidos en pequeños espacios los ambientes típicos de diferentes épocas y lugares: Rincones criollos, Rincones franceses, europeos, de Bretaña, confiterías victorianas, un espacio dedicado a la historia de las telas y los trajes, donde se exponen en grandes vitrinas vestidos de época, sedas chinas e infinitas cosas y cosillas, abanicos, pañuelos, sombreros, etc., que acompañaron la moda en diferentes épocas.
Es inabarcable querer describir un paseo por este museo, e inevitable para quien entre, volver a la curiosidad primera, al asombro infantil, a la fascinación del hombre que descubre un nuevo mundo.