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La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

25 de mayo de 2019

El infinito mundo de un instante

Por Federico Soares Gache 

Me encuentro en un lugar que parece ser un gran parque, estoy en un sendero de tierra rodeado por un verde césped; desde mí, veo personas, cuerpos en movimiento entregados a una secuencia constante: brazos en alto, piernas saltando, algunos echados en el blando suelo y pequeños revolcándose por la tierra. Veo perros inquietos, excitados seguramente estimulados por el afuera; alguno corre con intención dudosa detrás de no sé qué, quizá ni siquiera él lo sepa, pues no se ve nada delante de él que semeje a un palo lanzado por alguien; no se ve ni una mosca compinche enzarzada en un juego incongruente y peligroso, de aquí para allá va con su lengua afuera y sus orejas bamboleantes con expresión alegre se diría, tal vez solo por el hecho de estar corriendo, aparentando perseguir algo no persiguiendo nada. El sol encendido brilla en alguna parte del cielo, el magnífico sol forjando un día que ofrece parece ser— lo que no permite la noche. Las ramas de los árboles interpretan su danza incentivadas por una brisa que siempre va y nunca vuelve, que atraviesa los espacios acariciando las cosas, besándolas, haciendo música con el roce de los cuerpos.

 

Aquí estoy observando absorto una hoja otoñal ocre y seca, caer lenta, vieja y bella, flotando su liviandad sobre brazos invisibles que la depositan con ternura en el atardecer de su forma. Una pluma de un precioso gris plateado se lanza desde la copa de un árbol en un salto ornamental como jamás vi, cayendo en picada como una flecha loca, girando a una velocidad desenfrenada hacia la fértil tierra que toda vida transforma en su muerte. Y también veo cómo un pompón de blancos y gráciles pelos, suave erizo de aire, iluminado como una estrella del día vuela por entre la nada esquivando la materia, empujado por la magia de un viento que no se sabe de dónde viene.

 

Y yo aquí, en este lugar que parece ser un gran parque, ante figuras humanas, árboles y perros y hojas y aire y otoño en aparentes movimientos impulsados por el flujo vital del infinito.

 

Aquí bajo el Sol, expuesto a un vuelo sin brújula, en este día vivo que transcurre entre medio de noches de ensueño, que se muestra en distintas tonalidades con la intensidad de un silencio que lo toca, lo roza y lo mece en el lecho de su existencia. Porque es el día el que cambia, se mueve, se emociona y le ofrece a los sentidos de mi aparente presencia sus estaciones ineludibles, es el día el que me atraviesa y me revuelca por mis rincones.

 

Y yo aquí estoy respirando en mis ojos, quieto, solo mirando como un testigo de todo aquello que está vivo.

La otra mirada

 

Luz, manos, aroma, lejanía, el infierno de mis ojos, el cielo, las nubes, el dolor del otro, mi dolor…

 

Quien te dice que en alguna de esas noches en las que me duermo muero,

luego renazco otra vez por la mañana.

Quien te dice que ayer no fue en realidad otra vida,

en este lento despertar en el que atravieso incontables vidas.

Escalando la montaña hasta la cima del recuerdo

sigo la estela del cóndor que acaricia el aire, dueño de sí mismo.

Los detalles de la personalidad llenan de nombres el espacio,

como las nubes que en el cielo vuelan la inmensidad.

Quien te dice que cuando no me sienta más alguien voy a ser realmente yo,

danzando en la larga noche del desvelo.

Camino por la memoria sin darme cuenta, sin querer, camino así como cae un fruto maduro del árbol,

entregado a su destino.

La imagen se deshace y sus detalles caen por mi abismo,

se convierten en totalidad mientras la historia se deshilacha y se desparrama por el único instante,

sobreviviente.

No es aquello que fue, es lo que es, porque la vida siempre se mueve presente en el hábitat de la muerte.

La suave brisa de la paz envuelve mi cuerpo que se funde con la Tierra desnuda,

 preciosa;

y tu rostro crece dentro de mí, se agiganta hasta convertirse en recuerdo,

entonces me recuerdo.

 

… el sueño, el aire, la noche, las huellas de lo trajinado, vos, yo, las piedras, el viento…

Un poco más sobre Federico Soares Gache

 

 

No me sale escribir una biografía, pero desde algún lugar te digo lo que me mueve o quien soy:

En la infancia se marca la huella del camino que luego se ha de transitar; el destino existe en un presente continuo, en cada paso, en cada decisión. Voy llenando de pisadas esa huella trazada desde el pasado, reciclando las emociones marcadas por mi historia lejana y a la vez presente, lidiando con los mensajes recibidos, las palabras dichas, las miradas de corto alcance. Voy creando en mi frágil humanidad un «Yo único» reuniendo todas mis partes dispersas, rescatando a mi alma presa para ser un espíritu libre, buscando tras el largo pasillo oscuro de las heridas abiertas, la luz de la sanación. Para mi, es un gran desafío ser humano, pero un desafío aun mayor liberar mi propia capacidad y volar con ella. Esa es mi tarea y mi deseo profundo.

 

 

Federico Soares Gache se sumó a contestar al Cuestionario La PalestraEl juego es sencillo: nosotros le pasamos seis preguntas entre las que tuvo que elegir cinco para contestar. Existe una sola regla: cada pregunta debe estar contestada en una o dos oraciones. El desafío: el poder de síntesis.

 

¿Cómo describiría al Destino?

Como la constante decisión en el misterio del presente.

 

¿Cuál es la perdición de la humanidad?

Creer que está despierta, porque tiene los ojos abiertos.

 

¿Qué es escribir para vos?

La capacidad natural de compartir, la posibilidad de mostrar mi humanidad desnuda.

 

¿Qué es el arte en tu vida?

Recrear con lo ya creado en el espacio de la imaginación.

 

¿Qué misterio te gustaría develar?

El ahora.

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