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20 de junio de 2016
La Jatty, nuestra tribu de reencarnaciones
Por Marcelo Cippitelli, Astrólogo Kármico y Psicólogo Social.
En el plano meramente existencial y espiritual, en el que se pueden desplazar las almas, no existe la posibilidad del conflicto, el dolor o el placer. Sólo, la existencia pura. En esa instancia sutil no se puede acceder al conocimiento. Por ello, encarnación tras encarnación, el alma vuelve a vivir experiencias físicas a través de un cuerpo. Es el modo que tiene de pasar a través de las “aventuras” del conocimiento, y extraer de ellas el saber necesario para poder volver al Uno Infinito del que provienen.
En ese viaje van experimentando distintos sexos, razas, credos, condiciones sociales, nacionalidades, oficios y profesiones; situaciones de placer o dolor; distintas formas de la muerte...
Es una travesía ardua, y como toda odisea, se facilita si se cuenta con buenos compañeros de viaje. No existe Alma que pueda realizar este camino de manera solitaria. Sin embargo, son tímidas. Sí, aunque no parezca, tienen su carácter particular y una característica general: les cuesta vincularse estrechamente con otras almas. Lo van haciendo a lo largo de varias encarnaciones.
Al principio con un encuentro casi casual, algunos instantes, un compartir sin mucho compromiso. Luego, a lo largo de distintas vidas, los vínculos se estrechan progresivamente, con un mayor grado de “contacto”. Los roles comienzan a mutar hacia formas de compromiso y afecto superiores. Aunque a veces, el afecto deba ser mostrado de formas muy extrañas, como puede ser el sufrimiento para que el otro pueda experimentar las experiencias necesarias. Los papeles que se juegan siempre colaboran con la misión del otro y viceversa. Y de a poco se van realizando alianzas con otras almas. Se forma una pequeña familia, un clan.
Los hindúes le llaman la Jatty (o Haty) que en sánscrito sería algo así como tribu. Una tribu sin jefes ni sacerdotes, donde cada uno alterna la función, pero confía en los demás para alcanzar una meta: la Iluminación.
Nadie puede determinar exactamente de cuántos miembros se compone una Hatty. En muchas oportunidades un miembro no “desciende”, no encarna. Se demora, necesita sus tiempos. Ya se incorporará luego. Y -seguramente- habrá una pasada de factura por ello.
A veces una Hatty pierde sus bordes definidos: Uno o varios de sus miembros más antiguos han hecho alianzas en otras Tribus. Se podría decir que pertenecen a más de una. Por ello interactúan de forma compleja, uniendo el destino de los distintos clanes de pertenencia. Sin entrar en conflicto pero urdiendo tramas complejas, difíciles. A lo largo del tiempo las Hattys manejan situaciones más intrincadas a medida que las almas rinden exámenes de niveles más difíciles. Y los lazos se afianzan también. Por ello muchas veces se realizan contratos de encuentros preestablecidos, donde los pedidos son muy fuertes. Un alma, por ejemplo, puede pedirle a otra de mucha relación, que durante una vida lo haga sufrir hasta los límites más increíbles; pues lo necesita para realizar su aprendizaje.
Y el alma del torturador se sacrifica al hacer sufrir a su hermana, pues acumula una fuerte cantidad de karma a sabiendas, como un acto de amor sublime. Ello tira por tierra muchos de los conceptos que acumulamos con respecto a las almas gemelas. Pensamos que las almas de mayor relación se unen a través de actos amorosos, pero ciertamente requiere de mucho amor acumular karma negativo por pedido de un alma hermana.
No todos los que te favorecen te aman, ni todos los que te hacen sufrir te odian. Es interesante empezar a mirar nuestros vínculos y experiencias desde ésta otra óptica inter-vincular. Puede darnos una perspectiva distinta sobre nuestras relaciones.
