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La boca seca, una novela terrible
La boca seca marca un ritmo, un pulso propio que no se conoce hasta que se la lee.
Por Clara Cinto Courtaux
Marcelo Carnero es poeta de alma, de raíz, eso se nota. Hace un año, la editorial Mar dulce publicó su primera novela: La boca seca. Me acerqué a ella confiada, con entusiasmo y curiosidad, y con una incertidumbre agazapada, sin tener idea de qué trataba el texto.
La boca seca es una novela terrible, con un decir tan poético que hace que una pueda leerla. La boca seca es el título pero es también la sensación que deja… un querer más y no quererlo. La historia de esta novela avanza de a pasitos, como de a gotas, pero imparable. Por momentos es un torbellino que arrasa, y de a ratos entra en una calma de pausa que permite tomar aire para volver a sumergir mente y alma en el texto.
Trata de la esclavitud y de la libertad; de la vida y de la muerte; de lo terrible y lo real. Una de sus voces afirma que “Algunos hombres construyen para sí, un pequeño relato de su vida. Lo guardan en cajones llenos de moho a los que vuelven cada tanto, con el insomnio mordiéndoles los ojos. Como si detrás de los hechos con los que se muestran al mundo, pudieran hacer vivir al minúsculo ser que los habita. A mí no me fue concedido ni siquiera eso”.
El poder de la ciencia y el de la naturaleza se entrecruzan y conviven en esta novela. Los personajes son perseguidos, aún cuando huyen, aún cuando se alejan de su lugar de sumisión. No queda claro en dónde ni en qué tiempo se desarrolla la historia, que termina volviéndose una historia de cualquier tiempo y lugar posible.
