La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.
21 de enero 2020
Trabajar disfrutando
Visitando La Alameda
Entrevista a Joaquín Zaldívar
La gente de La Alameda, el parador del Lolog, invitó a La Palestra a pasar el día. Así que, ni lentos ni perezosos, el domingo, parte del equipo nos levantamos temprano y nos dirigimos al lago que queda a solo 12 km de San Martín de los Andes. Vivir acá (como vivir en cualquier lugar de veraneo) tiene estos privilegios: uno se toma un día y se mete en sintonía «vacaciones» inmediatamente.
Llegamos temprano y enseguida descubrí el primer tip: reservar los fogoneros es clave. Cuando estacionamos estaban llegando las primeras reservas del día. Para quienes no llegaron a reservar, además de los espacios de fogón (mesa a la sombra incluida) está el restaurante. Pero como para nosotros todavía era temprano para almorzar, mientras mi co-equiper hablaba con Joaquín Zaldívar, uno de los nuevos administradores del parador, yo me dediqué a recorrer la playa buscando ese lugarcito que tuviera sol y que a la vez estuviera alejado de cualquier otro campamento, para que me permitiera creer que estábamos solos en aquél paisaje de montaña y lago. Si en el mar uno reflexiona mirando el eterno horizonte, en la Patagonia el juego de la mirada es mucho más activo: recorre el contorno de las montañas, subiendo y bajando por las laderas, imaginando vertientes ahí donde la vegetación toma un color verde oscuro y se vuelve más tupida; identificando los bosques autóctonos de las plantaciones artificiales (es fácil, pareciera que alguien hubiera peinado la montaña). La mirada se pierde en la costa de enfrente, achicando el ojo intentando enfocar para lograr definir algún detalle (cualquiera fuera) de las casas (casonas) del otro lado.
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Mientras tanto, de este lado, hablábamos con Joaquín que nos contaba su historia y sobre la decisión de dejar su ciudad natal, viajar desde Ushuaia a Alaska y empezar en un nuevo lugar.
—Después de estar viajando casi por tres años por toda América, ¿qué se siente volver a estar asentando en un lugar?
—En principio, a la hora de volver e instalarme acá en la Patagonia con mi familia, no sentí que estaba siendo sedentario porque yo era de Buenos Aires y sentía que era la prolongación del viaje.
—Con una estadía más prolongada...
—Con una estadía más larga, pero la sensación de viajar no era solamente estar en la camioneta manejando y estar por rutas sino era los desafíos nuevos, cosas nuevas. Y cuando nos instalamos acá, era un lugar nuevo y sobretodo la espera de nuestra primera hija, Azucena. Entonces, la novedad que te da un viaje en este caso estaba suplantada por la novedad que te da un lugar nuevo, relaciones nuevas, trabajo nuevo y una hija nueva sobretodo. La verdad en ningún momento sentí que era sedentario como antes. De hecho, aún hoy, después de seis años de habernos venido a vivir a San Martín, no me siento sedentario, aunque me dan ganas de viajar.
—En esta nueva experiencia de instalarte en la Patagonia, y después de haber recorrido muchas ciudades, ¿qué fue lo que te motivó de San Martín de los Andes y de buscar este lugar?
—San Martín fue el resultado de una búsqueda. Cuando salimos a viajar, los dos sabíamos que nos gustaría probar la experiencia de vivir en un lugar que no fuera Buenos Aires. Por lo menos plantearnos el hecho de que, aunque hayamos nacido allá, no teníamos por qué elegir ese lugar. A mí siempre me gustó el sur, tenía familia en Bariloche. La verdad, es que siempre estuve enamorado de la Patagonia. Siempre que podía venía acá.
La gente sigue llegando a La Alameda, el nombre es una clara y obvia referencia a los álamos que bordean la playa dando sombra y protegiendo del clásico viento patagónico la terraza del restaurante. El sonido del lugar es silencio interrumpido por el viento atravesando el bosque, el oleaje del lago y ahora en temporada, las voces y risas de los veraneantes. Todo conspira para disfrutar de la Naturaleza.
Una actividad que desde hace ya varios años es un clásico en el sur es el kayak y el parador ofrece varios dobles y simples para alquilar. Como yo estaba en modo vacaciones, me calcé el salvavidas y en un par de remadas me alejé de la costa. Justo, hace un par de días, Facebook me hizo llegar el nombre de un miedo que tengo y que hasta ese momento no sabía cómo llamarlo más que «pánico al abismo del lago». Quienes con incredulidad me preguntaban con insistencia «pero… ¿por qué?, ¿qué te puede pasar?», sin entender que una fobia es un miedo irracional, les contaba sobre el Lologito (sí, cada lago tiene su monstruo, es tradición) y con eso dejaban los cuestionamientos… a alguno que otro se le habrá escapó una risa burlona. En fin, ese miedo intenso y persistente a estar rodeado de agua sin saber qué puede estar acechando desde las profundidades existe, es más común de lo que se cree y se llama «talasofobia». Saber su nombre me hizo sentir menos loca. Todo esto iba a razón de que una vez arriba del kayak y bien lejos de la orilla descubrí la gran ventaja del lago en la zona donde está La Alameda, y es que durante metros y metros la profundidad es muy poca, de apenas unos metros, es decir (lo importante), ¡es que se puede ver el fondo! Primero de piedras y después de arena con alguna que otra rama subacuática que crecía derecha meciéndose entre la estela que iba dejando a cada remada. Me saqué las ganas, di varias vueltas recorriendo la costa del parador de lado a lado, observando desde esta nueva perspectiva la vida de playa, el humo de cada parrilla ascendiendo, ¡hasta vi las patitas de un cordero haciéndose a fuego lento!
La (poca) profundidad del lago permite también hacer snorkel… No digo que se vayan a ver corales de colores como en el caribe (estamos en la Patagonia) pero para los curiosos, cualquier biodiversidad es interesante. Además, si lográs cierta quietud, las truchas se acostumbran a tu presencia y pasan a tu lado como si fueras uno más del cardumen.
El agua de los lagos es fría, y para quienes preguntan qué tan fría… muy fría. Pero nada mejor para refrescar las ideas, despabilar el cuerpo y limpiar las energías estancadas. Con la primera zambullida uno sale con cara de perro asustado. Pero una vez que pasó ese primer shock, el cuerpo se acostumbra y se sigue disfrutando.
Renovados, nos sentamos a almorzar. El menú del restaurante varía entre hamburguesas, ensaladas, sándwiches y pizza. Todo casero, todo de estilo gourmet y muy tentador. La gran sorpresa, es que los precios son mejores que los que se encuentran en pleno centro de la ciudad y ¡la diferencia es que estás frente al lago! Mis aplausos al cocinero Boya por una exquisita hamburguesa con queso cheddar en abundancia y cebolla morada.
Joaquín volvió a desocuparse un ratito para acompañarnos bajo la sombrilla durante el almuerzo. Hablamos de todo un poco, por sobre todo de proyectos y emprendimientos.
—Contanos un poco sobre este estilo de vida laboral que elegiste: por temporada y siempre en contacto con la naturaleza.
—La naturaleza fue lo primero que se me presentó y lo que más me gusta de este lugar. Nunca tuve problema ni conflicto con trabajar en la naturaleza y siempre bien al ritmo de la temporada: en verano, montaña y rafting; y en invierno, el centro de esquí. Este es el primer año que estamos con La Alameda y estamos probando algo distinto justamente para buscar algo más estable o que no fluctúe tanto. Si bien esto es puramente estacional, la idea es buscar de a poco algo más de estabilidad. Pero la verdad, es que siempre en contacto con el turismo; el servicio turístico es lo que más me gusta y lo que quiero hacer.
—¿Qué expectativas tenías con La Alameda?
—La verdad, bastante parecido a lo que está pasando. Cuando lo proyectamos hicimos distintos panoramas y la verdad está bastante cercano al mejor a los panoramas que imaginamos. Estamos bastante conformes.
—¿Qué es lo que más te sorprendió en positivo de este trabajo?
—Me sorprendió el contacto con la cantidad de gente a diario. Escucho mil quinientas…, no, estoy exagerando, pero cien historias por día y un poco me involucro en cada una. Y lo que sí me encanta es contarles sobre el lugar, no solo de la costa del lago Lolog, sino de las montañas donde pueden ir a caminar, los lugares donde pueden ir a comer u otros lados. La verdad, es que eso es lo que más disfruto de acá y sobretodo el fin del día cuando me quedo solo.
El ambiente está un poco más calmo, la gente ya está instalada, muchos arrancaron a almorzar, a otros el asadito se les atrasó…, pero ¡qué importa cuando el paisaje de fondo es la montaña y el lago!
Para nosotros estas vacaciones exprés van llegando a su fin, pero lejos de sentir que se están terminando, estamos contentos porque descubrimos un nuevo lugar donde sentirnos cómodos, como en casa, entre amigos para venir a pasar un rato y volver a conectar con el modo vacaciones a solo 12 km de casa.
¡Gracias a Joaquín y a todos los de La Alameda por compartir un día de vacaciones en plena semana laboral!
Toda la información ingresando a www.alamedalolog.com