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26 de enero de 2019

«Entre el mundo práctico y el mundo creativo»

Entrevista a Flory Denis, ilustradora

Florencia Denis, para los conocidos Flory, nació en la ciudad de las diagonales a fines del siglo pasado. Se crió dentro de una familia numerosa, llena de artistas: padre, hermano y primos arquitectos; tíos, sobrinos y más primos diseñadores, fotógrafos y aficionados al arte y a la escritura…

No es raro, entonces, que haya encontrado temprano su vocación por la ilustración, los vitrales y la escultura.

Sus dibujos son mágicas, sensibles, sutiles de trazos, impecables.

Tuvo la dicha de poder estudiar caricatura con Carlos Garaycohea y de encontrarse con Jorge Morgan, su marido desde hace casi veinte años, con quien comparte la pasión por la confección de vitrales. Juntos participaron de la maravillosa tarea de restauración de los vitrales de la Catedral de ciudad de La Plata. Hoy divide sus días entre su familia, la docencia, el dibujo y miles de proyectos que van tomando cuerpo, literalmente, día a día.

 

 

L.P.: ¿A qué edad descubriste tu vocación? ¿Y cómo fue el proceso de este descubrimiento?

F.D.: Dibujo desde siempre, pero a los quince años, el dibujo se me presentó como una forma de comunicarme con mis amigos, pudiendo decir cosas que de otra manera no podía. Creo que esos fueron los primeros indicios de que iba a ser algo más que un hobbie. Después se sumó la felicísima experiencia de haber estudiado en la escuela de Garaycochea. Eso fue decisivo. Fue dos años antes de empezar la facultad, de modo que terminé el secundario y entré en Bellas Artes.

 

  

L.P.: ¿Quiénes fueron y quiénes son tus maestros? Resumiendo en una oración: ¿qué enseñanza vuelva una y otra vez a tu cabeza mientras estás trabajando?

F.D: Tuve varios maestros, y la frase que los representa mmm..., a ver, son:

De Américo Arce, que fue mi primer profesor de pintura: «Hacelo cien veces que a la ciento y una te va a salir»;

de Carlos Garaycochea, el maestro del dibujo humorístico, con respecto a concluir la obra a tiempo y a los logros: «Siempre se llega» ;

de Hermenegildo Sábat, el ilustrador, de él el silencio y la música como herramienta indispensable de trabajo;

de Gabriel Berlusconi no se me viene ninguna frase, es mi maestro en este momento. Con él estoy haciendo un proceso complejo en el que busco unir técnicas y lenguajes anteriores con técnicas y lenguajes de ahora, en una imagen nueva. Él es el que más responde a la idea de maestro por esto del compromiso con las búsquedas plásticas, un gran maestro.

 

 

L.P: Contanos un poco sobre tu técnica: ¿qué materiales empleas y cuál sería tu estilo?

F.D.: Siempre usé tinta y plumín, y aguadas para dar color (acuarelas y tintas de color), pero ahora estoy agregando aerógrafo, lápices de colores y acrílicos. No sé si puedo hablar de mi estilo, me resulta extraño; sí puedo decirte que busco una imagen amable, aun cuando sea un tema crítico, quiero que sea planteado en términos amables, y busco la simplicidad.

L.P.: ¿Cómo participa tu familia en tu vocación? Sabemos que con Jorge, tu marido, comparten la pasión por los vitrales. ¿Cómo fue la experiencia de la renovación de la Catedral de La Plata? ¿Tienen pensados otros proyectos artísticos juntos?

L.P.: Existe un imaginario colectivo sobre el artista como un personaje solitario que trabaja encerrado en su estudio. Pero tu realidad es bien diferente: ¿cómo lidias con el cuidado de la casa, la crianza de los hijos y demás temas cotidianos?

F.D.: Bueno, esa creencia tiene una base de realidad y una parte de fantasía. Es cierto que es necesario salvaguardar un tiempo de soledad para elaborar las ideas; tiene que haber un espacio mental que no esté invadido por la urgencia y el ruido de lo diario para que las ideas tomen forma. Pero es cierto que sin la vorágine y la información que te da la vida diaria, las rutinas y especialmente los vínculos, en fin, lo humano, tampoco se puede tener material de trabajo. La vida diaria te da la información indispensable para crear, no creo que se pueda crear de otra manera, se convierte en una retórica vacía, abstracta sin base en lo concreto, es poco creíble.

El gran desafío es, a mi entender, el conquistar el equilibrio entre uno y otro aspecto de la vida, y para que se mantenga, como todo equilibrio, tiene que ser dinámico. Mi prioridad siempre fue la familia. Tiempo para crear siempre voy a poder encontrar, pero mis hijos tienen dos, cinco, ocho, quince o dieciocho años sólo una vez en la vida. Ese es el criterio, y si perdí alguna oportunidad laboral, creo en las revanchas.

 

L.P.: Cómo es tu proceso creativo: ¿Dónde (generalmente) te encuentra la inspiración? ¿qué cosas o situaciones te inspiran, por ejemplo, para componer un personaje?

F.D.: La inspiración me encuentra en mi taller o cuando salgo a caminar y, si se da en una sobremesa, pobres los que estén a la mesa conmigo, porque me van a tener que soportar relatar la idea que se me ha ocurrido, ja, ja, ja.

En mí, se alimenta de la disciplina: hay ritos que llaman a las musa: levantarme siempre a la misma hora, prepararme un mate, leer algo y escribir; después entrar al taller siempre a la misma hora con un mate y música.

F.D.: En casa el arte está siempre presente. Jorge y yo aprendimos la técnica de vitral, como dijiste, en la puesta en valor de la Catedral. Él se perfeccionó más en técnica de la restauración, mientras que a mí me gusta más el diseño de lo nuevo.

Los chicos (nuestros hijos) suelen dibujar como pasatiempo y les gusta mucho la música. Así que, de una u otra forma, siempre está presente: desde el hacer y desde la contemplación. Con Jorge buscamos que en casa haya siempre un espacio para el arte y la lectura, simplemente porque lo necesitamos y en parte lo heredamos y, supongo, que esas cosas se transmiten también.

En la Catedral de La Plata participamos en la confección de los vitrales. Yo era estudiante de Bellas Artes y Jorge de ingeniería agronómica. Él estaba en el sector de corte y armado, y yo estaba en el sector de pintura, pero la política del taller era que conociéramos todo el oficio para poder saber qué estábamos haciendo. Fue una experiencia única, no sólo para nosotros sino única en cuánto envergadura de obra en el país. Fue un tiempo muy intenso en el que hicimos, con el equipo, alrededor de doscientos metros cuadrados de vitrales en un año y pico.

LP: ¿Cuál es el mayor desafío con el que te encontraste en tu carrera?

F.D.: Sin duda el de mantener este equilibrio entre familia y profesión. Entre el mundo práctico y el mundo creativo, poder hacer de ambos uno solo dándole a cada uno su espacio en el pensamiento y en el tiempo.

LP: ¿Qué podes contarnos sobre la ilustración de libros infantiles: ¿cuándo empezaste? ¿Qué descubriste?

F.D.: Esa ilustración la empecé cuando nacieron mis hijos, se llevan un año. Cuando estaba empezando con mi maternidad, estaba haciendo la tesis en escultura y tuve la necesidad de relacionar lo más importante que me estaba pasando con la producción artística. Dejé la tesis (la terminé un tiempo después) y empecé a hacer ilustración (infantil). En ese entonces gané la beca de la Fundación Antorchas para producción en el país, así que dibujaba todo el día. Una vez en el jardín de infantes, le preguntaron a Sofi, mi hija, de qué trabajaba su mamá, y ella contestó: «mi mama juega» (se ríe, divertida). Me encantó que lo viera así. Me acuerdo que la primera ilustración infantil que hice fue una imagen inspirada en la canción El gallo pinto. Hice varias ilustraciones inspiradas en canciones para niños y en cuentos clásicos y empecé a mandarlas al mundo. Literalmente: bajé listas de editoriales en Inglaterra, España, Italia, EEUU, etc. En ese entonces me respondió Mark Mills, un inglés que estaba empezando su agencia. Hoy, Mark tiene la agencia más importante de Europa de representante de ilustradores; es un gran profesional que, si bien es agente, ha sido uno de mis maestros también ya que tiene un manejo de lo plástico vinculado al mercado que es admirable, tiene una habilidad especial para sacar lo mejor de uno.


L.P.: Tras más de dos décadas de dedicarte al arte: si hoy te encontraras con esa artista joven de 20 años: ella, ¿cuáles sueños vería cumplidos?, ¿cuál de tus obras serían la que más le fascinaría?

F.D.: Mi sueño cumplido es poder llevar una familia con la profesión de artista. Vos mencionabas el inconsciente colectivo que habla del artista como un ser solitario, y creo que en mis comienzos yo no estuve ajena a ese prejuicio. Cuando traés un trabajo publicado o colgás una muestra o colocás un vitraux, y tu familia está ahí dándote una mano, siendo parte del trabajo (en el caso de los vitrales) o simplemente acompañando, eso no tiene precio.

La obra que más me fascinaría, mmm…, no sé, hay muchas cosas que me gustan y otras muchas que las escondería, ja ja ja. Hay un dibujo chiquito de un nene disfrazado de Drácula que me produce mucha ternura, y me gusta mucho la línea, no sé, creo que me gusta especialmente porque fue un dibujo que expresó muchas búsquedas plásticas en algo muy simple. Y los últimos trabajos son caminos que no se me hubiera ocurrido a los 20 que iba a hacer. Me cuesta ponerme en «mi yo de hace veinte años», fue hace mucho, ja ja ja ja.

 

L.P.: ¿Cómo te ves dentro de veinte años? ¿Cuáles son tus próximos sueños?

F.D.: Dentro de 20 años espero estar haciendo lo mismo que hoy, pero con mucha más calidad y pudiendo publicar en muchos otros lugares del mundo. Pero me imagino repitiendo los mismos ritos, actualizando la música y la imagen según lo que me toque vivir. Rodeada de familia y amigos.

Los próximos sueños, son muy inmediatos: terminar mi porfolio nuevo, y exponer en septiembre, bueno éstos son proyectos en marcha, ja ja ja, pero los vivo con ilusión de sueños.

 

L.P.: ¿Qué palabras de aliento le ofrecerías a los jóvenes (o no tan jóvenes) que aman el arte, y aún no se animan a dejar la oficina y lanzarse a su vocación?

F.D.: Pérez Celis decía que uno tenía que tener un trabajo que lo sostuviera a uno económicamente y guardarse dos horas x día para dibujar, y de a poco ir revirtiendo ese esquema hasta que las horas rentables sean las dedicadas al arte; en algún lado leí que Poly Bernatene decía lo mismo.

 

«No desesperar, porque donde se pone el corazón y consecuentemente el esfuerzo aparecen los resultados, siempre se llega como decía el maestro Garaycochea».

Florencia Denis

«Soy una consumidora de papel y lápiz. Alguien a quien le gusta catar libros, lápices y acuarelas.

Sobre todo disfruto el sabor de una charla amistosa. He ilustrado libros de texto, revistas y libros infantiles acá, en Argentina, y en Londres. Doy clases de dibujo y recibo clases también, siempre con muy buenos maestros. Las mejores fueron las que tomé sentada en el regazo de mi padre, arquitecto e ilustrador, cuando era niña. Pero también me gustaría mencionar a Américo Arce, Hermenegildo Sabat, Carlos Garaycochea y Gabriel Berlusconi. Estudié Licenciatura de Arte y Escultura en la Universidad de La Plata, y sigo aprendiendo de mis colegas».

Facebook e Instagram: @florenciadenisartista

Vitrales @vitralesdenismorgan

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