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La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

5 de abril de 2017

El pueblo

 

Por Sergio Franquini

Ilustración Sofía Nazha

Periódicos viejos, fotos amarillas, pájaros y pájaros… y viento entre los árboles. El viejo de siempre sentado en el umbral que mira sin ver, el loco interplanetario. La vieja que barre todos los días las mismas hojas; cada gota de agua que toca la tierra. La húmeda gramilla; Pedro silbador volando en sus bicicletas celestiales; el puente que une y separa. Las miles de risas que se reiteran y las lágrimas.

 

La palabra. El apretón de manos, sellado. Los ángeles, moradores sobrevivientes, cuidadores, las madres de todos. Los padres de todos. El potrero, la pisadita, el fiado anotado en lo de la Coca. Ella y su mirada tras la ventana, las ráfagas de amor, de ternura y de inocencia. El Nucho y su palabra caricia, representante de Dios en el barrio.

 

La primera palabra escrita. El primer verbo pronunciado. El Cacho, motivador de inocencias, cómplices de sueños. El universo en un puñado de cuadras. La amistad juntándonos las almas, corazones trajinados, dando cielo en lo cotidiano, inocentemente, inconscientemente. El amor, la ternura, la libertad. Todas esas cosas nos hicieron y nos unieron. Por eso nunca me voy o siempre estoy volviendo. En ese reducido entramado de calles y árboles y sueños y pájaros y viejos dioses y ángeles nostálgicos y noctámbulos. Nos hicieron lo que somos, medio boludos y medio delirados, queriendo ser buenos aunque a veces pifiemos. Pos eso vuelvo, en las tardes o en madrugadas como ésta. Bajo del mundo y me paro en su centro y tomo aire del bueno, y estrellas. Y me miro con el amigo Dios y el amigo Yo. Y vuelvo al mundo… lagrimeando, pero invencible.

Ilustración de Sofía Nazha

Un poco más...

 

Nucho era autodidacta de los de antes, que teniendo tercer grado había leído a Cervantes y a Shakespeare, amaba la filosofía, y solía juntarse con mi abuelo —que también era del palo— a filosofar en largas madrugadas. Uno de esos hombres esenciales que, a pesar de las carencias de su vida humilde, andaba de novio con la vida y se le notaba. Como dices Borges en Los justos, uno de esos hombres que se ignoran, pero andan salvando el mundo.  

Cacho, papá de un amigo, grande ya, con la filosofía de esos viejos que a la vida más que vivirla o andarla, la degustan, la paladean, la saborean. Él armaba nuestros equipos de futbol y nos hablaba de la amistad, la solidaridad, la astucia. “Un equipo de amigos que se quieren es invencible y si no lo es, mejor compartir la derrota con amigos y no la victoria con los indeseables” como dice Dolina.  

La Coca tenía un almacén en mi barrio y nos fiaba la gaseosa después de los partidos, que por supuesto nunca pagábamos, no porque no quisiéramos, era un acto de amor de ella para con nosotros, pibes del barrio en la escuela del potrero. Le pagábamos barriendo la vereda o haciéndole mandados, ella nos disfrutaba. En los tiempos en que todo iba más lento y nos mirábamos a los ojos y nos abrazábamos relajados, mansos, soñando un mundo lindo y una vida

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