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La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

3 de octubre de 2019

El niño llora

Por Jorge Márquez

     El llanto del niño hizo que dejara de escribir. Salí del departamento y golpeé la puerta lindante tratando de llamar la atención de esos padres despreocupados. Quizás el tiempo de espera no fue el suficiente, pero no estaba para perderlo. Me agaché a espiar por la ranura de la cerradura. El chillido del crío era insoportable, no era normal, era un llanto de dolor, de miedo, de mucho sufrimiento. Lo único que podía ver desde mi posición era un vetusto sillón de cuerina gris y el vértice de una mesa de living. El rápido pasar de una mujer hizo que me retirara de la puerta; comencé a sentir mis latidos en la garganta, «calmate, Jorge» me dije. Se encendió el televisor a máximo volumen, la cabeza empezó a palpitarme. El llanto del niño, el televisor… Alguien gritaba en el interior. Volví a golpear a la puerta y me cargué sobre el timbre. Pensé que con eso llamaría su atención, pero me equivoqué. Volví a mi posición y vi pasar a una mujer flaca, con pelo corto desgreñado, con una musculosa colorinche y unos pantalones desflecados en las rodillas. No era mi vecina, de eso estaba muy seguro. Mientras caminaba exhalaba una nube de humo gris. La vi volver mientras gritaba algo que no comprendí, se notaba que le gritaba a alguien, quizás al niño, pero no lograba ver más allá de mi diminuta pantalla. Nuevamente me sorprendió su aparición, esta vez con el crío sujeto con una mano y cabeza abajo. 

     —¡Lo vas a matar! —le grité. 

     Pero mi grito se perdió en el ruido interior. La vi soltarlo, rebotar sobre el sillón y quedar al borde, a punto de caerse. «¡No!» La mujer apareció al instante, en su mano derecha portaba una plancha, gesticulaba con ella mientras se la acercaba a la cara y gritaba obscenidades. El niño no dejaba de llorar, sus manitos y piernitas temblaban con cada llanto, estaba totalmente desnudo y su piel daba cuenta del frío que tenía. Agarré el móvil y marqué el número de emergencias. El policía que me atendió no comprendió mi apuro, quería saber cosas sin sentido. 

     —¡Vengan rápido, lo va a matar! —atiné a decirle ni bien me atendió.

     —¿Su nombre?

     —Mi nombre no importa lo que importa es que vengan lo antes posible, esta loca va a matar al crío. 

     —Señor, sin su nombre no puedo realizar ninguna acción, le vuelvo a repetir, ¿puede darme su nombre? 

     —Jorge, Jorge Walsh ese es mi nombre, vivo en Arenales 3609, tercer piso, departamento A. ¡La plancha!, vengan por favor, esa mujer lo va a matar. ¿Cómo? ¿Qué? ¿No sabe dónde queda? Que pongan el GPS, ¡por Dios!, a cuadra y media del Alto Palermo. 

     Corté y seguí golpeando la puerta con las dos manos. Ya no veía al crío, solo el sillón y los gritos rebotaban en mis oídos. La mujer pateaba algo bajo la mesita. Llegó la policía. Me retiraron de un empujón, caí del otro lado del pasillo. El sonido de la televisión y los gritos de la mujer seguían en mi cabeza, la policía me hablaba y no entendía lo que me decían, solo una cosa llamó mi atención. ¡El niño no llora, el niño no llora, e-l-n-i-ñ-o-n-o-ll-o-r-a…! Como si fuera en cámara lenta vi romper la puerta, los vi entrar en torbellino, tiraron a la mujer al piso, la esposaron. Ahora podía ver toda la escena, el niño bajo la mesa, y la plancha tirada de costado a su lado. Oí la voz atronadora de unos de los policías decir: 

     —Oficial, el niño llora… 

Cuento corto de Jorge Márquez
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