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7 de noviembre de 2016
El Karma de Escorpio
Por Marcelo Cippitelli, Astrólogo Kármico y Ancestral, Psicólogo Social.*
En Astrología Kármica utilizamos el mito del duelo entre Aracne y Palas Atenea para explicar el que, sin duda, es el Karma más complejo del Zodíaco. Un duelo que es ganado por la mortal hilandera quien, gracias a la increíble dedicación por su arte -el cual la colocó por encima de los dioses-, despertó la cólera de Palas Atenea. Sus obras mostraban los más oscuros secretos del sexo ilícito de los dioses, y por ello, Palas la transformó en la eterna araña de obra exquisita y mortífera.
Lucha, dedicación, sexo, poder, triunfo y derrota, competencia, regeneración, momentos sublimes seguidos de la más primaria de las manifestaciones instintivas… Todas esas ideas nos ayudarían a definir el complejo entramado del espíritu escorpiano, si esta tarea fuera posible.
Pero si sacamos valientemente capa tras capa hasta llegar al mismo fondo -a la mejor manera escorpiana-, hallaremos un factor común que ineluctablemente caracteriza a los Guerreros Oscuros: el Miedo. El miedo profundo, abismal, casi inexplicable y absolutamente inconfesado de este signo. Miedo intrínseco que busca formas casi maquiavélicas de manifestarse.
Un miedo que los Escorpianos manejan con mecanismos contrafóbicos que los hacen semejar a alguien valiente. Es decir que, lejos de huir del peligro, enfrentan desafíos aterradores lanzándose a la boca del volcán sin un grito y saliendo incinerados y victoriosos por alguna cueva lejana. Para realizar cada hazaña a las que los empuja el miedo, exploran en su interior, descubriendo y desarrollando herramientas poderosas. Pero no importa la cantidad de retos que enfrenten… Nunca pierden el miedo, sólo se enamoran de él.
¿Cuál es su mayor miedo? El Miedo a sentirse dominados, a perder la libertad. Por ello es que el poder en sí mismo los obsesiona, y luchan toda su vida una batalla sin sentido en pos de dominar a los demás para perder el miedo de que sean ellos, los otros, quienes los dominen.
Sólo alcanzan su máximo potencial (si logran alcanzarlo, claro) cuando descubren el auténtico amor, el amor verdadero en el que no es necesaria la verticalidad, donde pueden ser auténticos y dejar ser libre al otro.
En esa tarea cotidiana de comunión pagana con su espíritu descubren el misterioso mundo del sexo donde realizan sus escaramuzas más significativas. Los conocemos como el signo sexual por excelencia y sin embargo lo único que les interesa del sexo es el misterio de su aprendizaje. Toman las batallas de alcoba como un aula de estudio de la psiquis humana, corriendo límites, peleando centímetro a centímetro, perdiéndose y encontrándose en el otro, sin saber que el fin último de su vida debe ser el hallar el camino de retorno a la espiritualidad plena en el Amor, sin Poder ni Posesión. Pero para eso deben deshacerse del miedo antes de que los alcance la muerte. La muerte definitiva, claro. Porque las mil muertes que viven a lo largo de cada encarnación no los afectan. Se reponen una y otra vez surgiendo de las cenizas. Y ésa es, precisamente, su maldición. Sólo serán rescatados de la inmortalidad sufriente, y podrán descansar al fin cuando llegue el abrazo de la dulce hilandera que algún día los llevará. Hasta ese instante no hay paz.
Un alma encarna en Escorpio en una parte fundamental de su ciclo de múltiples vidas. Es en éste signo en donde se alcanzan los aprendizajes más elevados del alma, para poder trascender la prisión de la carne en otras encarnaciones. Y en dónde se comprende la más difícil de las lecciones humanas: El acceso a la pureza y la abstinencia a través del exceso. Lección esta que aplica a todas las esferas del ser, no solamente a lo erótico.
Metamorfosis de Aracne
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