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La Revista Cultural La Palestra Noticias es un espacio de encuentro para compartir el amor por el Arte, por el Deporte, por la Literatura, por la Salud, por los conocimientos de Astrología, por el Medio ambiente y su cuidado, por la cultura de cada Sociedad y su gente; por los viajes, la oportunidad de descubrirnos diferentes y semejantes.   

27 de septiembre de 2017

Dejar todo y volar

Por Clari Mastronardi

 

Con este primer relato le damos la bienvenida a Clari y a todas sus aventuras por venir que nos irá compartiendo mes a mes. Gracias otra vez ¡y a seguir cumpliendo sueños!

 

11-8-2017 (Santa Clara y el día que llegue a Bali)

 

Escribo desde el avión a Bali. Hora número veinte de viaje; mi cuerpo quiere dormir pero mis pensamientos no lo dejan. Tengo hambre, pero mi desayuno vegetariano eran espárragos y zanahorias. Sí, ya estoy sobrevolando Asia. En dos horas llego a Bali, hogar por los próximos dos meses. Escribí casa y lo borré. Prefiero hogar, tiene menos infraestructura pero más afecto. El hogar se puede construir en ruta, es lo que uno hace con el entorno y lo que el entorno hace con uno.

 

Vengo macerando este viaje desde el 2011. En ese entonces no tenía tan claro por qué quería viajar. Simplemente me quería ir. Buenos Aires me quedaba chico, me sentía desencajada, perdida. Varias carreras y noviazgos fallidos hacían de un viaje el escape perfecto. Desafortunada o afortunadamente el viaje de ese entonces a Estados Unidos quedó trunco, obligándome de alguna manera a instalarme. Para fines de ese año tenía una relación, un trabajo y una carrera estables. Y ese deseo de viajar sencillamente... enmudeció.

 

Pero hay ciertos deseos que son tan profundos que ninguna comodidad puede callar. Cada vez que mis amigas decidían irse por un tiempo o leía un blog de viajes, algo en mi estabilidad peligraba y brotaba la cascada de preguntas: ¿qué hago acá? ¿Por qué todavía no me fui? ¿Hacia dónde estoy caminando? ¿Qué quiero lograr? Cada vez que me veía en una situación de conflicto, pensaba en viajar: dejarlo todo y simplemente irme.

 

Pasaron cinco años y sin embargo nunca lo hice. Crecí profesionalmente y me afinqué mucho en mi ciudad. Mis amigas se fueron yendo en busca de aventuras (cada vez por más tiempo) y yo me fui quedando, muy a consciencia de lo que estaba (o no estaba) haciendo, consciente de que el tiempo pasaba y mi deseo se llenaba cada vez más de telas de arañas.

 

2016 fue el año bisagra, porque por fin decidí irme. Hice planes, pagué cursos, busqué pasajes, dije: me voy… ¡pero no me fui! Surgió un proyecto laboral que terminó siendo muy positivo para mi carrera profesional, pero muy estresante a nivel personal. Aprendí mucho sobre mí, mis proyectos y ambiciones. Lo que gané en reconocimiento, lo gané en angustia y estrés; y mi cuerpo, mi mente y mi espíritu entendieron que había que dejar ir esa energía para darle lugar a otra cosa. 2016 fue un año de mucho aprendizaje, de preparación, de anticipación al salto, de antesala.

 

Así fue como este año todo cobró sentido. Terminado el proyecto y cerrado ese ciclo de crecimiento, era hora de desplegar las alas. Decidir irme fue muy natural para mí y para mi entorno. La transición fluyó, no hubo sobresaltos. Organicé la partida con mucho tiempo y mucha calma. Recibí mucha ayuda, consejos y apoyo.

 

Y acá estoy ahora, en Indonesia, recién aterrizada. Feliz porque vine a explorar, experimentar, absorber y aprender todo lo que esta aventura tenga para ofrecer.

 

Con la misma calma con la que me fui, pero muy expectante de que lo que va a comenzar ni bien ponga los pies sobre la tierra.

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