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14 de diciembre de 2016

Dejé de pertenecer al sistema (educativo)

 

Por Prof. Carina Chiappero

“¡Una vueltita más, una vueltita más! ¡Que no paren el mundo! ¡No me quiero bajar!...

 ¡¡Paren, paren!! ¡¡Sí me quiero bajar!!”

 

Hace diecisiete años que trabajo como profesora en escuelas del nivel medio de la provincia de Neuquén, en instituciones públicas y privadas. No he realizado ni un solo día de paro, no porque considere que mi sueldo sea acorde a mi esfuerzo y tiempo de trabajo, sino porque tengo muy en claro el respeto enorme que me generan mis alumnos. Son menores y tienen el absoluto derecho a recibir clases, y es este respeto hacia ellos lo que me mueve hoy a pedir que paren la pelota. 

El desafío más grande de trabajar con adolescentes es estar preparados y abiertos a cambios permanentes, entendiendo que un alto porcentaje de sus reacciones son producto del entorno social en el que viven… Hasta acá todo perfecto.

 

Ahora bien, en los últimos seis años –y les diré que muy fuertemente los últimos dos- que presencio una de las crisis más complejas (ya que tiene muchas aristas) dentro del sistema educativo: el acento está puesto en que los alumnos aprueben, NO en que aprendan, y mucho menos en que aprehendan; las normas de convivencia se están diluyendo (“Por favor”, “Gracias”, “Perdón”, “¿Puedo?’”, “Fui yo”…); la escuela es casi una gran guardería; muchos profesores, directivos, asesores pedagógicos, secretarias y personal no docente, se pasan de licencia la mitad del año escolar (aclaro que un 30% de las mismas son reales); y hay varios intentos de primarizar la escuela de nivel medio sin pensar que éstos jóvenes pueden querer ingresar a la Universidad.

Ante este panorama, quienes TODAVÍA apostamos a la formación dentro de este sistema educativo, somos perseguidos y fuertemente cuestionados por equipos directivos y padres (dos pilares importantes en la formación intelectual y moral de los jóvenes). Una de las situaciones absolutamente “denigrantes” que  me tocó vivir recientemente fue la que se presentó luego de que un alumno desaprobara una evaluación del período de POEC en diciembre. Aún sin saber que las otras tres evaluaciones de este tiempo de recuperatorio estaban aprobadas, los padres asistieron a la escuela con un escrito que presentaría ante la Justicia por “maltrato”. En cuanto se les preguntó si habían hablado con la profesora (es decir conmigo) ¡dijeron que no! Por lo que enseguida me buscaron… En principio no podía entender qué estaba ocurriendo, porque nunca había sucedido ninguna situación extraña en el aula. Pero lo más curioso (o sorprendente) para mí fue que, una vez que los padres supieron que su hijo había aprobado las otras tres evaluaciones, depusieron su presentación judicial… ¡¿?!... Todo lo que se me ocurre a raíz de este episodio es muy largo para analizarlo aquí.

 

Esta crisis no reconoce público o privado, rico o pobre, no es tan lineal. Muchos padres han corrido a la Educación como prioridad en la vida de sus hijos, pero aún así quieren que ellos pasen de año. ¿Será  quizás porque la educación es obligatoria…? No sé, es para analizarlo. Creo que algunos no se cuestionan esto, saben que sus hijos están “salvados” económicamente a futuro (¿será tan así?), y a otros les urge un título secundario para una salida laboral rápida o acceder a algún plan social. Tales opciones apuntan a futuros adultos con serias dificultades para PENSAR y DISCERNIR con fundamento.

 

De esta calesita que aún tiene más matices complejos, ¡yo me quiero bajar! Me niego a mentirles a los jóvenes, me niego a acreditar que han aprendido cuando no es así. Porque lo más grave de esta situación no es que aprueben o no (en definitiva) una materia; lo más grave es que nuestro mensaje como adultos para esos jóvenes es: “No estudies, no te esfuerces, dejá todo así…  total no pasa cosa alguna…” ¿Pero saben qué? Los que tenemos algunos años transitando la Vida sabemos que sí pasa. Es absolutamente necesario transmitir y formar primero a nuestros niños, con lo cual luego sería bastante más simple profundizar en normas, valores, responsabilidad, esfuerzo, identidad cultural… De lo contrario, los estaremos condenando a que otros manejen sus ideas, a que los formateen a gusto y placer de ese otro, y esto sí que es lamentable. La falta de ideales e ideas no genera que uno se baje de la rueda, sino que nunca en verdad hayas sido consciente de estar rodando.   

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