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6 de octubre de2016
Un país polarizado
Por Laura Pardo
Duele pensar que en un país como Colombia, plagado de problemas desde los tiempos de la colonia, no se haya portado a la altura cuando se le dio la oportunidad de participación más grande que ha visto la ciudadanía. No me refiero al resultado del plebiscito en sí, sino a la increíble brecha que se vió entre la capacidad de opinar y la capacidad de leer e informarse del ciudadano promedio. Incluso más que promedio, lo que causa más rabia y desespero al saber que las personas con más educación y acceso a la información hayan basado su decisión en charlas sociales y publicaciones en redes sociales que últimamente plagan la página principal de todo aquel medianamente involucrado con Colombia.
Ya dándose por terminadas las votaciones el pasado domingo 2 de octubre, y conociéndose el resultado, declarar si yo estoy a favor o en contra del proceso de paz en Colombia es un tanto irrelevante, más allá de decir que mi voto desde un principio fue invariablemente por el No. Dicho esto, me gustaría agregar que soy estudiante de Ingeniería en la Universidad de los Andes de Bogotá, e indudablemente pertenezco a la población más privilegiada del país, por lo cual muchos le quitarán validez a mi opinión ya que, como argumentan los jóvenes del centro del país que votaron Sí, no viví la guerra directamente en ningún momento. Sin embargo, creo que no hay ningún colombiano, resida o no en Colombia, que no se haya visto afectado por este conflicto armado en particular.
En mi caso, las FARC tuvieron un impacto indirecto en mi vida desde que tengo memoria ya que mi familia trabaja en la industria agrícola en el departamento de Meta desde hace unos cuarenta años. En dicha región se ha vivido la violencia, el narcotráfico y demás horrores, patrocinados por este grupo armado específicamente. En mi círculo social, lo que se percibe normalmente de esta guerrilla es lo que se ve en noticieros, periódicos o radio y, aparte de uno que otro caso aislado de secuestro o extorsión cercana, no se siente el conflicto en la capital desde que se le dio fin a la violencia urbana con la muerte de Pablo Escobar. Por otro lado, los que estamos vinculados con el campo sentimos el conflicto de verdad. Vacunas periódicas, llamadas amenazantes, vecinos (amigos de toda la vida) regalando sus fincas y huyendo amenazados. Los que vivimos de trabajar en el campo, e invertimos en el país y su industria agrícola, sabemos que se necesita más que un cese al fuego bilateral para enmendar mas de cinco décadas de conflicto armado interno.
Adicionalmente, y es algo que le duele a más de un colombiano, la tergiversación a la que recurrió el actual gobierno para apelar a la ciudadanía al plantear el proceso de paz y luego el plebiscito, tanto insulta como perjudica a los colombianos. Se le hizo creer al público que al votar por el Sí o por el No estaban votando a favor o en contra de la paz, cuando en realidad la paz se firmó el pasado 26 de septiembre en Cartagena de Indias casi una semana antes de que se votara por el pleiscito. El mismo, en realidad les preguntaba a los colombianos si estaban de acuerdo o no con los acuerdos alcanzados en La Habana por los grupos negociadores. Esta vasta diferencia fue ampliamente utilizada por el gobierno santista y sus partidarios para antagonizar el movimiento a favor del No, lo cual impacto negativamente a quienes sí queremos la paz. Una paz con perdón y castigos justos, una paz con reparación de víctimas, una paz financiable a futuro.
Banderas por Jorge Espinosa, artista colombiano