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12 de julio de 2017
"El camino está en vos"
Por Ati Irazusta
Diario de peregrinaje
Segunda parte
Tercer etapa: cumplida.
Recorrido: Palas do Rei-Melide, 14.9 km
Melide-Arzúa: 13.9 km
Horario de despertada: 5.40 am
Pronóstico del tiempo: 38 º
Desde mi casa en Tigre, Buenos Aires, había decidido que esta etapa no pensaba caminarla, que —milagrosamente— al tercer día me tomaría un autobús y me ahorraría aproximadamente unos 29 km. De hecho, había reservado albergue en Arzúa para obligarme a saltearme la caminata. Sin embargo, tras la buena experiencia que había tenido ayer, decidí que iba a caminar basándome a medias en el plan original: arrancaría bien temprano, caminaría hasta Melide y de allí cogería un taxi o similar hasta Arzúa.
Me despertó al alba una de las tres madrileñas que se hospedaban conmigo para desayunar juntas y comenzar a andar. Cuando arrancamos todavía era de noche y una de ellas leyó la oración del día. Le agradecí. No había pasado ni media hora y ya quería ir al baño y tenía hambre. Yo frené, ellas siguieron nomás. ¡Tenía unas ganas de comer chocolate! Así que aproveché que aún estaba fresco y me compré una suerte de tortita que resultó ser un arrolladito horrible. Caminé algunos cientos de metros gozando tener el chocolate entre los dientes y procurando no cruzarme con naides mientras tuviera el comedor marrón.
Entonces hice un alto, tomé agua con un buche y al darme vuelta ¡me encontré con Arturo! El español de Valladolid que me había salvado el primer día.
Empezamos a caminar a un buen ritmo. Gloria a Dios que el paisaje fue principalmente boscoso. Favorecidos por la sombra y la hora de la mañana conversamos sobre el camino, los proyectos personales, adoptar perros, tatuarse y el cuidado de uno mismo. Interesante, tranquila y de manera más llevadera caminamos 14 km en tres horas. Impecable.
Eran las diez y media de la mañana cuando llegamos al puente de Melide, y les pedimos a un padre y a su hijo madrileños que nos sacaran “la foto del triunfo”. Luego, caminamos los cuatro derecho a una pulpería a degustar el mejor pulpo de Galicia: pulpo a la gallega ¡valga la redundancia! Caña de por medio, comí bastante más de lo que hubiera comido, pero nos re-divertimos. El padre nos invitó todo a todos. ¡Espectacular!
Cuando fue el tiempo de ellos para continuar el camino, fue el mío para subirme al autobús hasta Arzúa y ¡chau Buen camino! Crucé a la parada y nos sacamos una selfie con otras tres ladris que habían planeado zafar como yo. Una de ellas, María de Sevilla, estaba caminando con un grupo de senderismo entre los que se encontraba su marido, hija, hermana y sobrina. Como yo, ella no quería caminar más por ese día, y había acordado con su familia re-encontrarse en “Casa Teodora”.
Si bien habíamos decidido bajar dos kilómetros antes de nuestro destino para llegar caminando, al bajar en medio de la ruta, descubrí que el albergue que había reservado estaba ubicado justo ahí. Por lo tanto… nos tomamos una cerveza descalzas mirando la campiña desde la terraza mientras esperábamos a su marido. Charlamos sobre la hija adolescente; dejar a los hijos volar y que vuelvan al nido confiados. ¡En este camino salen unos temas…! Una hora después, llegó su marido y nos invitó otra cerveza y a comer a un restaurant prometedor. Así que, después de dejar el mayor peso en mi albergue, me calcé los trekking otra vez y con la mochila casi vacía y el bastón, por supuesto, pegué cuatro kilómetros para probar el caldo gallego, la merluza a la gallega, vino ribeiro, helado y café. Tranca el almuerzo.
Volví caminando pipona y contenta, totalmente contra la corriente de peregrinos exhaustos del cansancio y el calor. Eran las cuatro de la tarde. Disfruté de una ducha, lavé la ropa, metí los pies en una fuente y me acosté en el pasto. Qué bien la pasé hoy. Me duele un poco la rodilla derecha y sigo invicta de las ampollas.
Cierre sensacional del día: un grupo de catorce ancianos belgas en mi hostal, tomando birra, cantando su himno y haciendo el camino en bicicleta. La felicidad es con otros, sin lugar a dudas.
Lo importante de hoy: pedí todo y esperá nada, es la mejor ecuación para aceptar lo que viene y ser agradecido. El camino está con vos.
Cuarta etapa: cumplida.
Recorrido: Ribadiso-Arzúa: 2.1 km
Arzúa-O Pedrouzo: 18.9 km
Horario de salida: 7 am
Buen pronóstico.
Ayer me fui a dormir leyendo sobre las rodillas: qué representan en nuestro cuerpo y cuáles eran las causas probables de tener problemas con ellas.
Empecé la mañana tranquila, y tras los primeros 2 km. me crucé con un tío que me había visto el día anterior caminando feliz y ahora me preguntaba por qué tenía tan mala cara. No me sentía tan mal como para que me lo hicieran notar, a decir la verdad, no me gustó el comentario, y no daba más del dolor de rodilla.
—Buen camino— lo salude y comprendí que tenía razón, por ende, seguí caminando derecho hacia la farmacia que… estaba cerrada.
Me senté y agarré el celular para escuchar algo de música y así avivarme un poco, pero como el celular no encendía, desarmé a los dos y nos cambié el chip. Cambié el chip, porque en vez de quedarme dolorida, tuve la lucidez de pedir ayuda a una señorita y me dijo que me fijara por la farmacia de guardia. Buenísimo, era en la siguiente esquina. Allí me compré una rodillera y retomé el camino con buena música y la certeza de que hoy resolvería algo importante.
Muy extrañamente (o no tanto) fui a un ritmo crucero y solitario. Casi no me crucé con gente. Claramente tenía que caminar en soledad e introspección. Acompañada con la música, entré en una cautivante y conducente meditación.
"Las rodillas representan la flexibilidad. Nos hablan sobre inclinarse y ser orgulloso, del yo y la obstinación (...) Con frecuencia cuando avanzamos, nos da miedo inclinarnos y nos ponemos tiesos. Y eso vuelve rígidas las articulaciones. (…) Queremos avanzar, pero no cambiar nuestra manera de ser. Las rodillas tardan en curarse porque en ellas está el yo, nuestro orgullo y nuestra auto-justificación. La próxima vez que tenga un problema pregúntese sobre qué está justificándose; a qué se está negando a inclinarse. Renuncie a su obstinación y aflójese. La vida es fluencia y movimiento, y para estar cómodos, debemos estar y fluir con ella".
Por ahí fue mi meditación: humildad, aceptación, perdón, comprensión, compasión. ¿Qué es lo que no me permite avanzar? El camino te va ofreciendo la posibilidad de entrar en silencio y reflexión. No me crucé con nadie esta mañana para no distanciarme de lo que necesitaba. Ya voy registrando cómo funciona el tema de la soledad: si estás solo es porque tenés que dilucidar alguna cuestión personal, o porque te cerraste y no querés recibir de otros ni reflejarte en nadie. Por lo tanto, después de dos días de encuentros super entretenidos, entendí que me tocaba estar sola para crecer. Y lo disfruté tanto que me tomé un café con leche con una factura, fui cantando en voz alta y andaba con una sonrisa tan grande que un granjero que pasó me dijo: "¡Así se hace!" Para ese momento me había olvidado de todo, supongo que estaba en un trance porque el comentario me trajo a la realidad y me emocioné un montón. Al rato, apareció en mi música aleatoria el Tutatutá y me puse a bailar reboleando el bastón.
Pedí que me sacaran la foto para recordar lo suelta que me sentía.
Como me habían entrado varios pastitos y piedritas en la media, frené a cambiarla por la de repuesto. Entonces se sentó un señor mayor, oriental, al que ya le había sacado una foto y me había contado que estaba cansado y que le dolía la espalda y los pies. Hablaba español. Como para encontrar la media de repuesto había tenido que sacar todo de la mochila, encontré la banana que había comprado por la mañana, pero que ahora estaba incomible. La tiré y mi nuevo amigo, el japonés, me convidó la mitad de su mandarina; yo le dije cómo elongar las piernas y estirar la espalda. Seguimos caminando juntos.
Se llama Takafumi Yao, es profesor de física en la universidad en Tokio y está haciendo una investigación en ingeniería electrónica con el objetivo de inventar un led amarillo más eficiente. Hace dos años que aprende español y durante las tres horas que compartimos el camino lo practicó conversando conmigo: física, los inventos, los intereses, la vida, el trabajo, fórmulas, pronunciación, la familia, el karaoke, Japón, Argentina, ¡hasta aprendí un poco de japonés! Me dijo que tenía una pronunciación perfecta en japonés, y yo solamente hacía la voz de Juana Molina. La verdad es que nos reímos bastante.
Llegamos a O Pedrouzo perfectos, sin quejas y con buen ánimo, un clima fresco rodeados de bosques. Salvo mi rodilla que volvió a aullar al bajar las cuestas y las pendientes. Eran cerca de las 14.30 hs. Caí redonda en la cama del albergue, y después de bañarme, junté coraje para ir a la farmacia a sustituir mi rodillera por algo mejor.
Lo más importante de hoy: convertirse en el camino para disfrutar, animarnos, compartir y agradecer.
Quinta etapa: cumplida.
O Pedrouzo – Santiago de Compostela: 19,3 km
Horario de salida: 7.10 am
Buen pronóstico. Solté la campera.
Me desperté tranquila, me puse todas las cremas, vendas y pomadas, total hoy llegaba a destino, no importaba a qué hora. Con todo listo fui a desayunar a un café sobre la calle principal. Allí me encontré con José Manuel y Dani, el padre y el hijo que me habían invitado el pulpo en Melide.
Salí un rato antes que ellos, sin dudar me iban a alcanzar porque la inflamación de la rodilla estaba dando que hablar. Me puse a escuchar música y decidí que el mantra de ese día iba a ser “enfocarme en lo que sí”. Es decir, sí a la música, sí a la naturaleza, sí al aroma del bosque, sí a los peregrinos, sí al resto de mi cuerpo que funcionaba, sí al sentido del humor.
Así fue, cantando bajito me volví a cruzar con ellos, más adelante, con Oscar, el peregrino deluxe con quien había caminado la segunda etapa. Comenzamos a andar, ambos cojos y con bastones. Lloramos de la risa de lo lamentable y corajudo de la situación, era de filmar. Intercambiamos músicas y nos dedicamos a conversar sobre lo vivido y sobre todo a cantar. Se fue llevando lindo y olvidándome —mientras pudiera— de la rodilla que estaba por explotar.
A eso de las 10 de la mañana frenamos en Casa de Amancio por la primera caña con omelette para mí, y empanada gallega para él. En ese lugarcito me crucé con María y José, los sevillanos con los que había almorzado en Arzúa.
Me resultó fácil meditar sobre la analogía entre el camino y la vida; Santiago y el paraíso a donde nos vamos a encontrar con todos los que queremos.
Continuamos. Disfruté cada paso, las vistas, los aromas, los encuentros… En un momento fue tan fuerte el dolor de rodillas que tuve que bajar una cuesta caminando para atrás: una imagen tragicómica acompañada por risas.
Volvimos a frenar cuando faltaban tan solo cinco kilómetros, en Monte do Gozo, y volvimos a brindar, como se debe. Apostamos a ver quién veía primero la Catedral, Oscar ganó. Nada grave verla o no primero, sí muy grave toooooodo lo que falta desde que la ves. El pueblo más largo del mundo.
Y en ese último tramo, ya inmersos en la ciudad, cambió un poco el folclore del camino: desaparecieron los monolitos indicadores de kilómetros; ya nadie te regala ánimo diciendo: “Buen camino”; y la gente de la ciudad… nada que ver con la de los pueblos. Veníamos de cruzar bosques y senderos, atravesando prados, y de repente, cajeros automáticos y mujeres con tacos altos.
En fin, a eso de las 15.46 ¡Llegamos a la Catedral de Santiago de Compostela! Yo con un racimo de uvas en la mano. Es un momento increíble. Al bajar por una escalera, debajo de un arco antiguo y húmedo, hay una banda de gaitas tocando música celta. La llegada merece el triunfo con cortina musical, y sin pensarlo cayeron las lágrimas.
Bajamos a la plaza y nos abrazamos. Nos sacamos miles de fotos. Miramos los festejos de los otros. Me salió un grito de guerra. Indescriptible.
Luego de la Catedral, nos fuimos a la Oficina del Peregrino, donde sellan la credencial del camino y te dan “La Compostela”. Resulta que en cada parada, en cada albergue en el que uno se hospedó, en cada iglesia en la que uno entró, te sellan el “pasaporte peregrino” para llevar registro del peregrinaje a pie, y confirmar “que te merecés el diploma”. Es toda una movida que me torra un poco, pero a la vez me divierte. Ya tengo mi certificado en latín. Misión recontra cumplida.
Lo importante de hoy: la voluntad del alma, el sentido del humor, la música y el encuentro con otros atraviesan el dolor, la tristeza y la historia.
Un muy buen camino