La Palestra

Brotherhood es la historia de siete hermanos que enfrentan el deterioro y muerte de sus padres. Esas personas que te acompañaron toda tu vida a la par: ¿qué rol tomarán ahora?

 

Es una historia que toca las fibra de algo que sucede tarde o temprano en el interior de todas las familias, pero desde una perspectiva humorística e ingeniosa.  

 

Si hay algo muy trabajado es el vínculo entre los personajes. Los siete sostienen la obra con su presencia sobre el escenario desde el comienzo hasta el final. Entre ellos se nota la construcción de esas relaciones, la profundidad de los subtextos, los encuentros de personalidades, los golpes bajos, las anécdotas y las complicidades. 

 

La propuesta audiovisual de la obra es muy llamativa. Con pocos elementos, dan a la historia dinamismo y contemporaneidad, lo que acerca muchísimo esta familia a cualquiera de las nuestras. También le da fuerza a la historia, potencia los diálogos y las situaciones. Yo creo que es un recurso muy acertado para la estructura que plantea.

 

Al final de la función, Anahí Ribeiro, dramaturga y directora, se sentó unos minutos conmigo y tuvimos una conversación muy cálida en la que me contó un poco más acerca del trasfondo de Brotherhood. 

 

V.G.: ¿Qué fue lo que te disparo escribir esta historia?

A.R.: El disparador de esto fue realmente el ACV de mi abuela. Mi mamá tiene seis hermanos, ellos son siete, una familia tana; de todos juntos, todos a todos lados, fuertes, bla, bla, bla. Cuando pasó el ACV de mi abuela todo tomó otro color y se desestructuró hasta un punto en el que esa red, esa cosa sólida que tenían entre ellos se empezó a fisurar. Y yo todo lo vivía desde la óptica de mi mamá.  Ella vive en Azul, así es que lo vivía por Whatsapp y por teléfono. A veces me contaba una cosa, a veces otra; y la veía acompañada por unos, acompañada por otros. Fue una cosa bastante interesante de ver, ser espectadora, ver como una red tan aparentemente sólida se transforma en algo tan endeble al mínimo movimiento. Tomé conciencia de la columna vertebral que eran mis abuelos y qué paso cuando ellos empezaron a necesitar que otros fueran la columna de la familia. 

 

V.G.: ¿Cómo fue la base de la construcción de estos personajes?

A.R.: Como verás, los personajes también tienen mucho humor y tienen un lado A y un lado B, porque no creo que nadie haga las cosas por maldad, simplemente uno ante la enfermedad y la muerte reacciona como puede; se relaciona con eso como puede; la batalla como puede. Todos en el fondo tienen su porqué de lo que hacen, y ninguno de los personajes hace lo que hace por desinterés o desamor. Entonces, me gustaba eso, hablar sobre el deterioro de los padres desde el lado de los hijos. No la relación padre e hijo sino entre los hermanos. 

Creo que hay algo que uno va construyendo y da por sentado durante la vida: que sos hermana [por ejemplo]. Entonces, sos hermana pero hay algo que une y está ahí, que enlaza, que suele ser la madre o el padre. Y cuando ese enlace no está, ¿qué queda o qué construimos realmente los hermanos durante la vida?

 

V.G.: ¿Hay alguno con el que te identifiques más?

A.R.: Yo siempre digo que cuando uno escribe —porque me inspiré en esto que te contaba, pero no son claramente mis tíos los que están en la obra— cada personaje tiene algo de uno; es como si yo estuviera medio repartida en los siete personajes. Algunos textos me pegan mucho. Con el personaje de Gigi me puedo identificar pensando en otra época de mi vida, cuando era más joven, cuando recién llegaba a Bueno Aires (soy de Azul). Quizás, hoy hay algo que me identifica mucho en el personaje de Poli, que es más madraza, es más de unir y más de tener una energía maternal que, en general, es lo que me dicen los actores en los elencos que formamos. También hay algo de esa vecina de barrio que tiene La Negra, esta cosa de estar medio en conflicto con todo; con lo que se puede y con lo que no hacer un conflicto de eso. 

 

V.G.: ¿Cómo fue el trabajo de diseño de la propuesta visual?

A.R.: Hay mucho de lo visual que yo ya lo tenía planificado. Mi mente ya sabía lo que quería. Hay una (no lo voy a decir cual), pero hay una imagen que fue la primera que se me ocurrió… (hace señas para indicarme qué imagen es sin que salga su voz en la grabación); fue con la que más batallé para que fuera como la había imaginado porque fue la primer que se me vino para Brotherhood. Muchas de esas cosas las tenía muy en claro y después en el conjunto de juntarme con Eugenia Choque y Demian Ledesma. Además, a mi asistente de dirección y técnicos se le ocurrieron cositas que aportaron maravillosamente entendiendo de qué iba lo que yo quería contar. Por eso te digo, fue un trabajo más desde el corazón que técnico porque hay algo muy al servicio del cuento y no simplemente al servicio de la puesta. 

 

Brotherhood habla no solo de la pérdida, sino de lo que queda. Habla del legado, de cómo continuamos con ello. Y en la montaña rusa de emociones, lejos de lo melodramático, es una obra que recorre los caminos del humor, de la sorpresa y sobre todo, desde el amor.